Luis Solari de la Fuente*
En las decisiones de toda autoridad pública intervienen su sentido de la justicia, intereses, interpretación de la realidad y su forma de relación con ella. Veamos dos ejemplos.
Las políticas de nuestro BCR son en este momento ejemplo de lo que debe hacerse. Absolutamente conectadas con la realidad, reduciendo intereses en momento oportuno y no antes, lo cual retuvo capitales en el Perú; inyectando liquidez para sostener el crédito y obsequiándonos estabilidad cambiaria a todos los peruanos. ¡Bravo!
En cambio, el asunto de la planta de tratamiento de aguas servidas está en el extremo opuesto. ¿Qué dice la realidad? Que el principal problema ambiental de nuestra querida patria es la contaminación del agua, que vertemos al mar de Grau aguas servidas sin tratamiento y que se necesita una planta de tratamiento que contribuya a corregir lo anterior. ¿Y qué es lo que se ha licitado? Una planta “coladera” de residuos sólidos (macroscópicos), que seguirá vertiendo contenido fecal microscópico (bacterias) al mar solo que en vez de hacerlo en la costa de Lima y Callao, lo hará ¡mar adentro! ¿Y los peces que comeremos? ¿Y los que exportaremos? ¿Y nuestro principal problema ambiental? ¿Y la autoridad del ambiente? Cuando la gente observa tales decisiones es como decirle a alguien todos los días en la mañana “te quiero” y en la tarde “ ya no te quiero”. Consecuencia: desconfianza, inseguridad, escasa o nula credibilidad, pérdida de ascendiente.
En la última encuesta de El Comercio, por Ipsos Apoyo, a pesar de que la gente observa mejoría en algunos aspectos es notoria la percepción de empeoramiento en el control de delincuencia, corrupción y narcotráfico. También los mayores porcentajes corresponden a que las cosas siguen igual. En tal encuesta, la primera exigencia al primer ministro es priorizar la lucha contra la pobreza. El cambio que a la gente le parece más necesario es “más apoyo social a los más pobres” (65%). Por tres años, antes del discurso presidencial, las encuestas han reiterado la realidad y preocupación ciudadana por la desprotección de derechos sociales, el orden interno y seguridad ciudadana, y la corrupción. Por tres años, estos temas son apenas tratados en el discurso.
Ejemplo palpable de la racionalidad para ver la realidad y relacionarse con ella es la solución planteada a la incapacidad de la burocracia para gestionar los recursos. En vez de entrenarla se plantea entregar los recursos a la gente que tampoco está entrenada para ello. ¿Más conflicto entre ciudadanía y gobiernos locales y regionales? La solución de los problemas pasa por unir a la gente con sus autoridades, no separarlas. Entonces, es entendible que solo un quinto de personas piense que en este quinquenio las cosas han mejorado, y que la mayoría (76%) considere que las cosas no cambian para bien. Si las cosas cambian poco, significa que nos hemos vuelto peligrosamente tolerantes con la injusticia. Agreguemos decisiones divorciadas de la realidad y presencia de juegos de intereses. Así está el escenario 2009-2010. Discursos, “obras” y un frente de los que piensen igual, terminan siendo poco relevantes. Una situación extrema como esta es tarea de todos.
Nuestra independencia fue una situación extrema. A nuestros próceres los unió la sed de justicia, madre de toda libertad. Por medio de ella se encontraron en la diferencia que les marcaba la libertad de pensamiento. ¡Qué tal ejemplo!
No miremos solo el ceremonial de estas Fiestas Patrias. Nuestra independencia fue una gran y ejemplar lección de unión: hombres y mujeres con un solo interés común; indios, criollos y mestizos, un solo horizonte; pobres y ricos, un mismo anhelo libertario. Una sola amalgama: sed de justicia. ¿Qué hemos hecho con esta herencia? ¿Cuántos peruanos entonan somos libres y no son hoy realmente libres?
Por la patria debemos ser capaces de seguir el ejemplo de nuestros próceres. Unión significa fuerza, unión significa justicia, unión significa avance, unión significa triunfo. “Por la patria”, han jurado nuestras autoridades; tenemos derecho a exigirles que no nos desunan.
(*) Ex primer ministro
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