Este es un articulo muy interesante que te lo recomiendo y que aparecio en el diario El Comercio.
Por: Dra Rosa Garibaldi
A inicios de junio de 1861 llegó a Guayaquil Aimé Fabre, nuevo encargado de negocios de Francia. Para entonces ya había estallado el escándalo de “Las cartas de Trinité”. Tales cartas habían sido sustraídas de los archivos de la legación francesa en Guayaquil y publicadas en abril por la prensa guayaquileña. El 11 de mayo de ese mismo año, El Comercio de Lima revela el contenido de esas cartas.
A mediados de junio, Fabre arriba a Quito y es convocado por el presidente Gabriel García Moreno. El mandatario le manifestó estar muy desconcertado pues no había recibido respuesta del Gobierno Francés a las tres cartas en las que proponía convertir al Ecuador en un protectorado francés, en condiciones similares a las que existían entre Canadá y Gran Bretaña. García Moreno había presenciado la restauración política impuesta en Francia por Luis Napoleón, tras la revolución de 1848, con el consiguiente apogeo económico y de prestigio. Estaba convencido de que su patria podría seguir igual camino.
También con EspañaGarcía Moreno había iniciado también conversaciones con el encargado de negocios de España para establecer un protectorado conjunto de Francia y España. Se arrepintió pronto pues la simple mención de España en la América Latina de esos años, destinaba cualquier proyecto al fracaso. Cesó abruptamente sus tratos con el diplomático español, y en 1859 inició conversaciones con Emile Trinité, el anterior encargado de negocios francés. Ecuador se encontraba en pleno conflicto con el Perú y desgarrado por la guerra civil entre el propio García Moreno, mandatario en Quito, y Guillermo Franco, gobernante en Guayaquil.
Fue por Fabre que García Moreno se enteró de que nadie en París conocía aquellas tres cartas a Trinité, muerto abruptamente antes de comunicar su contenido al Gobierno Francés. El historiador ecuatoriano Jorge Villacrés Moscoso sostiene que las cartas fueron sustraídas posteriormente de los archivos de la legación de Francia por Anton de Lapierre, canciller de la legación, y publicadas en El Comercio. Según Fabre, posiblemente participaron en dicho “robo”, el secretario de la legación de España y Manuel Corpancho, encargado de negocios del Perú.
Potencia “salvadora”Al presentar Fabre sus credenciales ante el presidente García Moreno se abordó el tema del protectorado. Ahora se trataba de un proyecto más amplio puesto de que ya no se encontraba en la precaria situación de 1859, sino como mandatario de un país unido. Le dijo a Fabre que toda América Latina y, quizá toda América —teniendo en cuenta la guerra de secesión—, se encontraba en peligro. Solo una fuerte potencia europea podía detener esa tendencia, asentando una estabilidad política. Francia debía convertir al Ecuador en su base y desde allí extender su influencia. Con vehemencia, Fabre transmitió al canciller francés Antoine Edouard Thouvenel el pedido de García Moreno. En “cartas confidenciales” hizo una detallada descripción de la población, el clima y los recursos del Ecuador. Delineó los pasos requeridos para establecer un protectorado francés mediante un plebiscito, así como la ruta que deberían tomar las tropas francesas para llegar de Guayaquil a Quito. Dos mil soldados franceses, algunas naves y cañones, asegurarían el voto, libre de desórdenes o interferencia externa. Eso sí, advirtió que Gran Bretaña podría ser un serio obstáculo.
Informe al emperadorEn setiembre de 1861, el canciller Thouvenel —frente a la voluminosa información enviada por Fabre— entregó a Napoleón III su famoso “Informe al emperador”. Allí señaló que de ser aceptada la propuesta, el presidente ecuatoriano convocaría a una Convención Nacional que, según él, votaría con entusiasmo por el pacto de unión con Francia.
Thouvenel destacó que la isla de Puná, a la entrada del río Guayas, sería un excelente punto de escala y abastecimiento para las naves francesas de guerra y de comercio en el Pacífico. Advirtió, sin embargo, que el presidente peruano Ramón Castilla no tendría escrúpulos para suministrar armas y dinero a todos los que quisieran combatir el proyecto de García Moreno.
Castilla furiosoEn Lima, Castilla estaba irritado con García Moreno. La Asamblea Nacional del Ecuador, presidida por Juan José Flores, había declarado nulo con “insultos e imputaciones” el Tratado de Mapasingue. Dicho tratado, firmado el 25 de enero de 1860 con el gobierno de Franco en Guayaquil, reconocía la validez de la Real Cédula de 1802, que reincorporaba la Comandancia General de Maynas al Virreinato del Perú.
La búsqueda por García Moreno de un protectorado francés terminó de enfurecer a Castilla. El resultado fueron dos comunicaciones impactantes, enviadas el 24 de agosto de 1861. En nota dirigida al canciller Rafael Carvajal, el canciller peruano José Fabio Melgar le reprochó los intentos de García Moreno de convertir al Ecuador en un protectorado francés y “exigió explicaciones”. En circular dirigida a los cancilleres de todos los gobiernos hispanoamericanos, el peruano Melgar informó que había enviado al Ecuador una “franca interpelación” —cuya copia anexaba— por lo que consideraba una “traición a la América y un ataque directo al Perú”. Era obvio que Francia al integrar al Ecuador como colonia pretendería ejercer su dominio sobre todo el territorio, con los límites fronterizos que arbitrariamente se había dado el Ecuador. Melgar solicitó el apoyo de todos los gobiernos hispanoamericanos para defender la independencia ecuatoriana.
Interés por MéxicoInicialmente Napoleón III vaciló en adoptar un compromiso con García Moreno, dado que su escuadra en el Pacífico no era lo suficientemente fuerte para enfrentar un adversario como Gran Bretaña, por ejemplo. En febrero de 1862, una razón mucho más poderosa pesó sobre su ánimo: Francia había iniciado su intervención armada en México, empresa que absorbió todo su interés y culminó con la instalación del imperio francés en dicho país. Antes de que Fabre pudiera recopilar toda la información adicional que el canciller Thouvenel le había solicitado, llegó la orden del emperador francés de rehusar el ofrecimiento en términos evasivos y diplomáticos.
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