El premio Nobel portugués lanzará su nueva novela caín en octubre. Asume la defensa del asesino bíblico, señalando el origen de la culpa en el desprecio que sufrió de Dios.
Madrid. Lola Cintado.
El escritor portugués José Saramago vuelve a ocuparse de la religión en Caín, su nueva novela, a publicarse en octubre, en la que redime a su protagonista del asesinato de Abel y señala a Dios “como el autor intelectual al despreciar el sacrificio que Caín le había ofrecido”.
Desde su casa de la isla española de Lanzarote, donde pasa el verano y ya prepara las maletas para volver a Lisboa, Saramago explicó que lo que nos ha querido decir con Caín es que “Dios no es de fiar. ¿Qué diablos de Dios es éste que, para enaltecer a Abel, desprecia a Caín?”.
Casi veinte años después de su discutido El evangelio según Jesucristo, que fue vetado por el gobierno portugués para competir por el Premio Europeo de Literatura, el Nobel luso hace un irreverente, irónico y mordaz recorrido por diversos pasajes de la Biblia pero no teme que vuelvan a crucificarlo. “Algunos tal vez lo harán, pero el espectáculo será menos interesante. El Dios de los cristianos no es ese Jehová. Es más, los católicos no leen el Antiguo Testamento. Si los judíos reaccionan no me sorprenderé. Ya estoy habituado”.
No obstante, añade: “Pero me resulta difícil comprender cómo el pueblo judío ha hecho del Antiguo Testamento su libro sagrado. Eso es un chorro de absurdos que un hombre solo sería incapaz de inventar. Fueron necesarias generaciones y generaciones para producir ese engendro”.
El escritor empezó a pensar en Caín hace muchos años, pero se puso a escribirlo en diciembre de 2008 y lo terminó en menos de cuatro meses. “Estaba en una especie de trance. Nunca me había sucedido, por lo menos con esta intensidad, con esta fuerza”, rememora Saramago, que una vez escribió que “somos cuentos de cuentos contando cuentos, nada” y así sigue viéndose, escribe más y más rápido que nunca (tres libros en un año), quizás como la mejor manera de seguir vivo. “Es verdad. Tal vez la analogía perfecta sea la de la vela que lanza una llama más alta en el momento en que va a apagarse. De todos modos, no se preocupen, no pienso apagarme tan pronto”, sentencia.
En su blog (blog.josesaramago.org) aparecen un “trailer” del nuevo libro y una nota de la presidenta de la Fundación Saramago, Pilar del Río, en la que anuncia a los lectores que Caín no los dejará indiferentes.
El evangelio según Saramago
1] “Tengo asumido que Dios no existe, por tanto no tuve que llamarlo en la gravísima situación en que me encontraba. Y si lo llamara, si de pronto él apareciera, ¿qué tendría que decirle o pedirle, que me prolongase la vida?”, se pregunta Saramago al recordársele su cercanía a la muerte por una enfermedad que lo aquejara hace un año.
2] El reconocido escritor no considera esta nueva novela su particular y definitivo ajuste de cuentas con Dios : ”Las cuentas con Dios no son definitivas, pero sí con los hombres que lo inventaron”. Además declaró que considera que “Dios, el demonio, el bien, el mal, todo eso está en nuestra cabeza, no en el cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios, inmediatamente nos esclavizamos a él”. (Edición impresa La República
Madrid. Lola Cintado.
El escritor portugués José Saramago vuelve a ocuparse de la religión en Caín, su nueva novela, a publicarse en octubre, en la que redime a su protagonista del asesinato de Abel y señala a Dios “como el autor intelectual al despreciar el sacrificio que Caín le había ofrecido”.
Desde su casa de la isla española de Lanzarote, donde pasa el verano y ya prepara las maletas para volver a Lisboa, Saramago explicó que lo que nos ha querido decir con Caín es que “Dios no es de fiar. ¿Qué diablos de Dios es éste que, para enaltecer a Abel, desprecia a Caín?”.
Casi veinte años después de su discutido El evangelio según Jesucristo, que fue vetado por el gobierno portugués para competir por el Premio Europeo de Literatura, el Nobel luso hace un irreverente, irónico y mordaz recorrido por diversos pasajes de la Biblia pero no teme que vuelvan a crucificarlo. “Algunos tal vez lo harán, pero el espectáculo será menos interesante. El Dios de los cristianos no es ese Jehová. Es más, los católicos no leen el Antiguo Testamento. Si los judíos reaccionan no me sorprenderé. Ya estoy habituado”.
No obstante, añade: “Pero me resulta difícil comprender cómo el pueblo judío ha hecho del Antiguo Testamento su libro sagrado. Eso es un chorro de absurdos que un hombre solo sería incapaz de inventar. Fueron necesarias generaciones y generaciones para producir ese engendro”.
El escritor empezó a pensar en Caín hace muchos años, pero se puso a escribirlo en diciembre de 2008 y lo terminó en menos de cuatro meses. “Estaba en una especie de trance. Nunca me había sucedido, por lo menos con esta intensidad, con esta fuerza”, rememora Saramago, que una vez escribió que “somos cuentos de cuentos contando cuentos, nada” y así sigue viéndose, escribe más y más rápido que nunca (tres libros en un año), quizás como la mejor manera de seguir vivo. “Es verdad. Tal vez la analogía perfecta sea la de la vela que lanza una llama más alta en el momento en que va a apagarse. De todos modos, no se preocupen, no pienso apagarme tan pronto”, sentencia.
En su blog (blog.josesaramago.org) aparecen un “trailer” del nuevo libro y una nota de la presidenta de la Fundación Saramago, Pilar del Río, en la que anuncia a los lectores que Caín no los dejará indiferentes.
El evangelio según Saramago
1] “Tengo asumido que Dios no existe, por tanto no tuve que llamarlo en la gravísima situación en que me encontraba. Y si lo llamara, si de pronto él apareciera, ¿qué tendría que decirle o pedirle, que me prolongase la vida?”, se pregunta Saramago al recordársele su cercanía a la muerte por una enfermedad que lo aquejara hace un año.
2] El reconocido escritor no considera esta nueva novela su particular y definitivo ajuste de cuentas con Dios : ”Las cuentas con Dios no son definitivas, pero sí con los hombres que lo inventaron”. Además declaró que considera que “Dios, el demonio, el bien, el mal, todo eso está en nuestra cabeza, no en el cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios, inmediatamente nos esclavizamos a él”. (Edición impresa La República
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