Se cumplió ayer el Día Internacional contra la Pobreza que, si no recuerdo mal, es más bien el Día Mundial de la Alimentación. Se dieron a conocer en esa fecha dos textos abrumadores. Uno es el Informe 2009 sobre el cumplimiento de las Metas del Milenio en el Perú. Un párrafo dice: “En el Perú, el porcentaje de la población que se encuentra debajo del nivel mínimo de energía alimentaria –que sufre hambre– aumentó en los dos últimos años”.Otra perla del documento: “el hambre aumenta para todos, menos para Lima. Durante el primer trimestre del 2009 la tasa de déficit calórico del área urbana (que no incluye a Lima Metropolitana) estuvo por debajo de la tasa media nacional”.Las cifras optimistas del Gobierno se vienen, pues, abajo. En el mundo entero, al compás de la crisis global desatada por la estupidez del neoliberalismo, el hambre crece. La FAO acaba de señalar que cuando este año concluya, 1,020 millones de personas sufrirán hambre, la cifra más elevada desde 1970.The New Nation, revista de Bangladesh, recordó en octubre que en los dos últimos años los países occidentales han invertido billones de dólares para salvar a los grandes bancos, mientras que de la comparativamente pequeña suma de 12,300 millones de dólares acordada en Roma, a principios de este año, para enfrentar la crisis alimentaria, sólo se han entregado 1,000 millones.La publicación recuerda asimismo que cuando Bangladesh fue invadida por los ingleses, éstos se asombraron de su riqueza y esplendor. Hoy es región del hambre transparente. Parecido es el caso de Haití. En su extenso ensayo: Crisis and Hope (Crisis y Esperanza), Noam Chomsky recuerda:“Como Bangladesh, Haití es hoy símbolo de miseria y desesperación. Y, como Bangladesh, cuando los europeos llegaron, la isla era notablemente rica en recursos, con una amplia y floreciente población. Más tarde se convirtió en fuente de riqueza para Francia. No recorreré la sórdida historia, pero la actual crisis alimentaria puede ser trazada directamente desde la invasión de Woodrow Wilson en 1915: asesina, brutal y destructiva. Entre los muchos crímenes de Wilson está la disolución del Parlamento haitiano a punta de fusiles porque éste rehusó aprobar una ‘legislación progresista’ que hubiera permitido a los negocios de Estados Unidos apoderarse de tierras del país”. También en el Perú el hambre tiene raíces históricas, sociales. La explotación despiadada, la depredación de los recursos naturales, la contaminación de los ríos, no son obra de la maldad de Dios o crueldad de la naturaleza.En este país tan rico en alimentos terrestres y marinos, y sin embargo tupido de hambrientos y además carente de reservas alimentarias, dan ganas de decir, con vergüenza: Confieso que he comido.
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