Varios indicadores apuntan a que estamos ingresando a la fase terminal de este régimen. No es que el presidente ya se haya convertido en un lame duck (pato rengo, expresión anglosajona que designa al presidente de salida, cuyo poder disminuye a vista y paciencia de todos). Alan García aún conserva el control de su Gobierno, bancada y partido. Sigue siendo el rey. Sin embargo, una serie de evidencias comienzan a recordar la etapa final de su periodo precedente, en particular en lo que atañe a mentira y corrupción. La última ha sido la inquietante cifra (por la coincidencia con la del primer vladivideo) de 15,000 dólares malversados por Alva Castro. Que varios grupos políticos hayan acudido en su auxilio es un claro anuncio de lo que está pasando: colusión y encubrimiento.
Lo propio parece estar ocurriendo con el informe de Bagua, en donde lo que se ha podido leer advierte que será un documento gaseoso y encubridor, cuya viga maestra será la “ingenuidad” de los ignorantes nativos. Antes ocurrió la liberación de Crousillat, un escándalo que no hizo pestañear al mandatario que lo indultó. El editorial de El Comercio fue implacable al respecto: una flagrante injusticia y una señal atemorizante por lo que podría venir después. ¿Grilletes electrónicos para que Fujimori pueda volver a casa? Esa fue la pregunta que le hice al congresista Sousa, autor de la propuesta –aparentemente inspirada en la desventura de Allison– que suena bien en el papel, pero podría tener nombre japonés en la práctica. Me respondió con evasivas de letrado escurridizo.
El ministro Salazar acude al Congreso y representantes fujimoristas lo canonizan, al tiempo que satanizan a quienes osan pensar la existencia de un escuadrón de la muerte: ¡enemigos de la policía! Luisa María Cuculiza soltó esta perla sobre el jefe policial de Trujillo: “Lo he visto tan transparente (sic) al general Becerra, que lo único que me queda es felicitarlo, y felicito al ministro Salazar; que Dios le dé la oportunidad de seguir al frente del ministerio”.
No alcanzaría esta nota para reseñar el caso Alas Peruanas. Ni el estruendoso silencio de los petroaudios. O los antidemocráticos exabruptos del ministro Rey contra el diario La Primera o el Museo de la Memoria. O los asesinatos de comuneros en Huancabamba. O la sospechosa compra de tanques chinos. ¿Ya se habrá decretado el sálvese quién –con lo que– pueda del primer gobierno aprista?
Es prematuro afirmarlo, pero los signos comienzan a acumularse. Se percibe un clima cada día más enrarecido de impunidad y desfachatez. No es nuevo. Lo vimos a fines de las décadas ochenta y noventa. Huele a partículas sólidas en el aire: es el mal menor. El desafío ahora es demostrar que hemos aprendido a reconocerlo y reaccionar.
García todavía no es un pato rengo pero sus huestes están piafando, impacientes. La Defensoría continúa advirtiendo sobre el aumento de conflictividad. La Contraloría se muestra sumisa y aquiescente. Brutal contraste. Recuerda la comparación que hacía Freud entre cuadros clínicos: la neurosis es el negativo de la perversión. Pero no importa: ya tenemos un nuevo grado de inversión. ¿Qué le parece, mister Porter? Por Jorge Bruce
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