Cuando gobernantes occidentales, analistas alegres y un candidato de fuerza al Premio Novel de Economía aseguraban que la crisis global había terminado, el mundo se entera de la moratoria de pagos de Dubai.El anuncio de que Dubai World pedía aplazar un pago de 3.500 millones de dólares remeció al mundo.El pánico cundió en los bancos y bolsas de valores del mundo, que vieron en ese anuncio una repetición de lo ocurrido con la quiebra provocada por la codicia especulativa en Estados Unidos.La crisis en Dubai tiene un curioso parecido con la que surgió en Florida y se propagó a todo Estados Unidos y al mundo entero. Dubai, un pequeño país miembro de los Emiratos Árabes Unidos, es también un puerto comercial libre, que se había dedicado a la construcción de rascacielos, hoteles de lujo y residencias faraónicas, gracias a la inversión desenfrenada de rentistas extranjeros, deseosos de ganar dinero sin esfuerzo. La raíz del mal es que ese emirato, el más pobre de la unión de emiratos, había acumulado una deuda de 80 mil millones de dólares (algunos economistas hablan de 95 mil millones).Esa deuda es inferior a los 619,000 millones que debía la banca Lehman Brothers en el momento de su quiebra. Aún así, ha hecho temblar a bancos de Asia, así como de Gran Bretaña, Holanda y Francia, que han prestado miles de millones de dólares a Dubai.El sacudón ha avivado el temor de que se prolongue y agrave la crisis global. Por lo pronto, Irlanda, que era presentada como ejemplo de prosperidad debido a la política económica neoliberal, parece a punto de declarar una moratoria para su deuda. Igual ocurre con Grecia.Algunos expertos consideran que el caso Dubai puede precipitar crisis en países emergentes con alto nivel de endeudamiento, y que algunos desarrollados, como Gran Bretaña e Italia, pueden sufrir los efectos. Hay que señalar que el Reino Unido tiene 50.000 millones de dólares invertidos en Dubai. El caso Dubai indica que banqueros e inversionistas, incluidos algunos pequeños y medianos, no han aprendido la lección de la catástrofe que empezó en Florida. La misma fiebre de especulación, la misma irresponsabilidad e igual visión de corto plazo, arrojan idéntico resultado catastrófico.El Perú también tiene algo que perder. Como Manuel Dammert ha documentado, el gobierno aprista quiere liquidar la Empresa Nacional de Puertos. El objetivo parece demencial: entregar todos los puertos a empresas chilenas. En el caso de Enapu-Callao, la meta de Alan García era establecer un duopolio entre un consorcio chileno y la empresa Dubai-Ports. Ésta ha naufragado. Ahora está en quiebra.A lo mejor García cree que así es mejor: que Chile se quede con todo, después de haberle regalado Paita, la joya de la corona.
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