En las vísperas de Navidad, Papá Noel ha recibido algunos pedidos de ciertos notables del mundillo político local para el 2010. Veamos.
Alan García ha pedido más bien que no ocurran ciertas cosas feas. Un destape grande, tipo petroaudios; una marejada de protesta social; una recaída en la crisis mundial, el temido efecto W del que hablan los economistas. Su apetito deriva de la ansiedad que le producen esos imponderables.
Javier Velásquez Quesquén ha pedido durar en el cargo por lo menos un poquito más que Yehude. Quizás hasta junio. También se ha encomendado a la Cruz de Motupe, pues un año es poco para un premier, pero sería más que los ocho meses escasos que duró Simon, su proverbial competidor en las comarcas chiclayanas.
Luis Alva Castro desea que el Contralor de la República se siga haciendo el sueco y no haga hallazgo ni observación alguna en las travesuras administrativas que ha venido haciendo con la plata de los peruanos en el Congreso. También agradecerá que las encuestadoras dejen de preguntar por la imagen del Legislativo.
El pedido de Javier Villa Stein, presidente del Poder Judicial, es que no prospere la acusación constitucional de los vengativos amigos apristas de José Távara en el Congreso. No tiene muchos amigos allí, debido a su mala reacción cuando otras bancadas pidieron tener acceso a los petroaudios y petromails.
El Dr. Távara, juez vallejiano, desea que el Consejo de la Magistratura lo pase sin golpes en la vida. Tiene proceso abierto por hacer turismo pagado por el litigante rector de Alas Peruanas. De repente la hace, porque en ese Consejo también hay amigos del rector paseandero y llevan una estrella que no brilla pero ayuda.
Aún poseído por su infancia, don Rafael Rey quiere juguetes muy divertidos. Un escuadrón de tanques chinos, una casa museo para soldados y un perdurable Ministerio de Defensa para seguir haciendo guerra a los malvados de las oenegés, los escritores y los periodistas caviares.
Meche Aráoz, Susana Pinilla y Pilar Mazzetti han pedido que les salga bien un gran cuento de hadas sobre Bagua, donde nadie es malo ni bueno sino todo lo contrario. Indígenas maleducados les pueden aguar el cuento pero capaz vuelven a agarrar otro ministerio. Ya las chicas no piden príncipes.
Por Carlos Reyna
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