Por Martín Tanaka
Al hacer un balance de los acontecimientos más importantes del 2009, sin duda el más relevante es la contundente condena del expresidente Alberto Fujimori en abril, como autor mediato de los delitos de homicidio calificado, lesiones graves y secuestro agravado. Esta sentencia ha sido considerada ejemplar y un referente para la justicia en el mundo. Sin embargo, para el 2010 quedan dudas respecto a si esta sentencia será definitiva: es inminente el fallo en segunda instancia de la Corte Suprema, y el reciente indulto presidencial a José Enrique Crousillat ha llevado a algunos a pensar que el gobierno maniobra para liberar al condenado como parte de la tan mentada “alianza apro-fujimorista”.
El otro gran acontecimiento del 2009 fueron los luctuosos sucesos de junio en Bagua, con un saldo de 33 personas fallecidas (23 efectivos policiales, cinco pobladores de Bagua y cinco indígenas), un desaparecido (el mayor Bazán) y más de 200 heridos. Para el 2010 quedan también dudas de que saquemos lecciones provechosas de esta terrible experiencia: la reciente entrega del informe final de la comisión especial para investigar y analizar los sucesos de Bagua muestra que las controversias no se han superado, de allí la negativa de los comisionados Jesús Manacés y Carmen Gómez a firmar el informe.
A la luz de este escueto balance, ¿cómo se perfilan las cosas para el 2010, que estará marcado por las elecciones regionales y municipales? Una manera de verlo es pensar que el gobierno continuaría con una política agresiva de promoción a las inversiones sin tomar en cuenta a las comunidades, o que habrá retrocesos en materia de lucha contra la corrupción o violaciones a los derechos humanos, lo que prefiguraría un año de mayor conflictividad. Mi hipótesis sería que no.
Pienso que conforme avancen los meses la atención del país y de los operadores políticos y sociales estará cada vez más concentrada en las elecciones del 2010 y del 2011, y habrá cada vez menos expectativas en autoridades que estarán de salida, con cada vez menor capacidad para tomar decisiones importantes. En este sentido, se ahondará un rasgo que ha sido característico del gobierno de García: el no haber tenido ningún programa claro de reformas. De allí que algo que lo ha caracterizado ha sido lanzar sucesivamente iniciativas que luego quedaron en nada, lo que revela que se mueve por consideraciones pragmáticas, no por grandes proyectos o convicciones.
Los puntos políticos se ganan por saber correr la ola de la economía internacional y por un manejo efectista del corto plazo. Así se entiende que después de los sucesos de Bagua se hayan derogado sin mayor problema los decretos 1090 y 1064; también la lógica que explica la actitud del gobierno frente a la condena a Fujimori como ante el indulto a Crousillat: la conveniencia de García de sacarse del camino a un rival político y presionar a la prensa opositora, respectivamente.
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