miércoles, 31 de marzo de 2010

LA MARCHA DE LA SAL

La marcha de la sal
Mié, 31/03/2010 - 18:43



.Antonio Zapata

En marzo de 1930, hace exactamente 80 años, el Mahatma Gandhi inició una campaña de resistencia civil que iba a terminar obteniendo la independencia de la India 17 años después. Esa campaña partió de la sal común; objeto de un odiado impuesto que los ingleses cobraban en la India. El Estado disponía de un estanco y había prohibido procesar la sal en forma privada. Se trataba de un típico impuesto indirecto que gravaba a la masa de hambrientos, mientras enriquecía al gobierno y a los intermediarios.

En ese momento, Gandhi estaba buscando una vía para ampliar el movimiento por la independencia de la India. En las dos décadas anteriores había comenzado la lucha pacífica y la resistencia civil contra los ingleses, pero estaba confinada a los sectores educados de la sociedad. Aún faltaba que participaran los millares de parias hindúes.

Por otro lado, los británicos no daban muestra de negociar en serio las condiciones para la independencia de la India. Se hacían de oídos sordos. Por ello, Gandhi tomó la decisión de unir ambas reivindicaciones y ganar a las masas para la causa de la independencia.

Inició una caminata de 400 kilómetros, sumando millares que lo acompañaron, formando una caravana de fakires vestidos con túnicas. Juntos llegaron al mar y enseñaron cómo obtener sal directamente del agua salada; de una manera artesanal y sin pagar ningún impuesto. Fue seguido por multitudes que por meses se volcaron al mar, proceso conocido como la “marcha de la sal”.

Desde entonces la India no sería la misma. Las mayorías entendieron que podían vencer la dominación extranjera oponiéndose con medidas pacíficas de resistencia civil. Aunque Gandhi fue arrestado y los ingleses endurecieron la represión, el curso ya estaba abierto; la causa de la independencia se había vuelto masiva y su desenlace sería favorable para el Partido del Congreso, unido alrededor del Mahatma.

Durante los años veinte, los ecos de su lucha llegaron al Perú. En 1928, en ocasión de la primera edición de Tempestad en los Andes, Luis E. Valcárcel sustentó el parentesco ideológico entre el indigenismo peruano y el pacifismo hindú. Era un esfuerzo por hallar una alternativa a la cerrada oposición entre liberalismo y marxismo. Estaban contra el viejo orden aliado del gamonalismo serrano, pero no querían definirse a favor del comunismo.

El indigenismo nació con una fuerte impronta antioligárquica que lo ubicó decididamente en las izquierdas de su tiempo.

Asimismo, sus líderes buscaban distintos paradigmas de transformación social y encontraron en Gandhi una opción que resolvía su posicionamiento internacional, ofreciendo un ejemplo práctico para su planteamiento.

Pero los indigenistas no fueron políticos, eran intelectuales, pintores y escritores. En medio de los grandes conflictos de los 1930 se diluyeron como propuesta política. Por ello, el Perú careció de partidarios de la resistencia pacífica. Hubo una semilla que se pasmó.

Ahora, décadas después, y habiendo atravesado la traumática experiencia de Sendero Luminoso, quizá ha llegado el momento de volver a pensar en la estrategia. Podría ser el camino de una nueva generación que saque a la izquierda del marasmo.

El modelo de Gandhi es sencillo. Se trata de elegir bien un símbolo, que sea masivo, confrontativo y susceptible de ser abordado por medios pacíficos. Luego, es un compromiso bien publicitado y enérgico por su cumplimiento, dirigido a conquistar los corazones. Los métodos pacíficos son más lentos que los violentos; por ello, permiten ganar el fondo de todo ser humano, porque convencen y emocionan, no porque asustan, menos porque imponen o asesinan.

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