La Punta es el lugar más vulnerable de la costa central del país si un tsunami la cubre. Literalmente, está rodeada de agua. Sus viviendas se levantan apenas a un metro sobre el nivel del mar. Y a diferencia de otros balnearios solo habitados durante el verano, aquí viven y duermen cinco mil personas. Prevenidos están, no sabemos si lo suficiente.
Por Johanna Nores
Solo hay dieciocho edificios que podrían servir como refugio si una ola gigante como la que destruyó Talcahuano se estrella contra esta apacible península chalaca. Cinco mil vidas y una solo ruta de escape: la avenida Grau, una arteria que se tornaría estrecha si todos los punteños intentan salir por allí al mismo tiempo. El impacto de una ola de siete metros podría destruir en segundos los 750 mil metros cuadrados del distrito.
Los punteños saben el peligro que corren y aseguran estar preparados para correr a los refugios, o emprender la retirada al centro del Callao. La verdad es que no hay jactancia en sus palabras. Desde su alcalde, Wilfredo Duarte, hasta el anónimo jubilado que encontramos al paso, saben que la prevención es clave. Aquí los testimonios de un puñado de punteños que adoran su distrito, pero que tienen conciencia del peligro cotidiano al que están expuestos.
Me siento segura
Para Julia Shabauer el mar es paz y descanso. Pero también temor y sobresaltos. Siempre ha gustado de descansar sobre las piedras de la playa Cantolao, pero sabe bien que de esa orilla apacible podría nacer una ola enorme que la envuelva en la fatalidad. Julia no se angustia. Sus cincuenta años han transcurrido en La Punta y sabe bien lo que debe hacer ante una emergencia.
“Siento temor pero a la vez tranquilidad”, afirma Julia, “porque sé que estamos preparados. Nosotros tenemos todo un plan de contingencia para actuar en estos casos. Sabemos que cuando el epicentro de un terremoto se encuentra en un sitio lejano tenemos tiempo de salir del distrito. Pero si el sismo ocurre frente al Callao tenemos la evacuación vertical; es decir, subir a los edificios. Eso es lo que me da tranquilidad a pesar del miedo”.
Julia vive en el octavo piso del edificio más alto de los dieciocho señalados como refugios por la Municipalidad de La Punta en caso de tsunami. Está ubicado entre el jirón Arrieta y la avenida Almirante Grau, cuenta con una azotea amplia delimitada por un cerco perimétrico que le ofrece mayor seguridad. Allí se puede encontrar un anaquel con medicinas, herramientas, radios y linternas.
Ante la alerta de un tsunami de origen cercano, Julia dice que no lo pensaría dos veces. Subiría rápidamente a la azotea de su edificio en busca de protección. “Pensar en salir del distrito no es la solución”, afirma. “Uno debe estar preparado para quedarse también”. Pero no ocurrió lo mismo el último sábado de febrero. Julia no salió de casa, pese a que su vecina le advirtió que una ola de grandes proporciones azotaría la costa punteña a las 5 y 30 de la madrugada. ¿La razón? No escuchó la sirena que todos identifican como señal de evacuación inmediata. Por lo tanto, para ella una ola devastadora sobre La Punta era poco probable.
La gente solo puede contener el pánico cuando está informada y orientada, dice Julia. Si las autoridades de otros distritos imitaran lo que hacen sus colegas aquí, sin duda no habría tanta ignorancia e improvisación al momento de reaccionar frente a un evento sísmico.
Precavidos
Juan De La Cruz sabe qué ruta tomar en caso de emergencia. Es consciente de que las únicas vías de escape que tiene el distrito son las avenidas Grau y Bolognesi. Caminando o manejando su camioneta, sabe a dónde dirigirse si un tsunami se aproxima amenazante. Pero si el epicentro está frente a las costas del Callao, Juan tiene solo entre 10 y 30 minutos para evacuar. Se preocupa porque no cuenta con mucho tiempo. Y dice que en ese caso prefiere la alternativa B: utilizar el sistema de evacuación por edificios.
“Yo como arquitecto tengo miedo. No lo voy a negar. Si hay un tsunami lo primero que pensaría es tomar mi auto e irme con mi esposa. Pero tendría que toparme con cientos de autos congestionados en la avenida Grau. No hay tiempo”, añade Juan, quien ya tiene identificado el edificio donde se mantendría a salvo.
El mejor refugio de La Punta, dice Juan, es el edificio a la vuelta de su casa, allí donde vive Julia. Es el más próximo a él y también el más seguro. Este inmueble cumple con los más de doce metros de altura que la Municipalidad considera para clasificarlo como sitio de refugio. El lugar es ideal, además, para amortiguar el impacto de las olas sucesivas que trae consigo un tsunami, refiere.
Si hay algo que le da seguridad es seguir al pie de la letra las indicaciones del sistema de alerta que su municipalidad difunde desde el 2007. No piensa en irse. Su esposa Eda tampoco. Ambos adoran La Punta por muchas razones, pero principalmente porque es el lugar que los vio nacer.
Quien no nació en La Punta, pero se apresura en decir que este es el mejor lugar para vivir es Fiorella Carty. Cuenta que desde que llegó hace dos años, no piensa moverse de aquí. “La seguridad que tienes aquí no la vas encontrar en ningún otro lugar. Los niños pueden jugar tranquilamente. Las calles son limpias y bonitas”, dice con satisfacción.
En efecto, La Punta es uno de los distritos con menor índice de criminalidad y violencia urbana. No hay pandilleros, carteristas ni secuestradores. Muchos vienen aquí desde otros distritos, miran con envidia las casonas bucólicas y pasean por sus calles seguras. Ignoran que este lugar esconde la más alta vulnerabilidad en caso de tsunami.
“No me da miedo porque basándonos en la historia de La Punta, no ha habido un tsunami que haya causado gran destrucción. La profundidad de nuestro mar no va a permitir que salga un olón como la gente cree. Por eso mi opción no es irme, es refugiarme en el edificio que me corresponde”, cuenta Fiorella.
Pero qué pasaría, en un caso hipotético, si el sismo anterior al tsunami ha destruido el edificio en el que una familia punteña tenía previsto cobijarse. En ese escenario las instalaciones de la Escuela Naval podrán ser el refugio más seguro con el que cuenta la población local. Es antisísmico y tiene una capacidad de 3000 mil personas.
No hay de qué asustarse
Con 75 años a cuestas, a Pedro Schicttimo no le sorprende un tsunami. Su experiencia como pescador durante más de medio siglo le ha permitido conocer los arrebatos de su entrañable mar. Por eso cuando su hija lo llamó a las 7 de la mañana, preocupada y advirtiéndole de la inminencia de un tsunami o maremoto, solo le respondió que lo confirmaría con el mar.
En efecto, Pedro salió de casa rumbo al mar. Apreció la bravura de las olas, las comparó con experiencias pasadas y llamó inmediatamente a su hija. Le dijo: “No te preocupes, aquí no pasa nada”. El mar del sábado en la mañana reflejaba tranquilidad, incluso más que otros días, refiere Pedro. Ha vivido tres terremotos a lo largo de su vida, cada uno lo ha curtido más. Este hombre está hecho de buena madera.
LA CLAVE
Tres son las condiciones para la generación de un tsunami: un terremoto mayor de 6.5 grados en la escala de Richter, epicentro del sismo en el mar y una profundidad no mayor de 60 km.
Existen dos tipos de tsunamis:
•De origen cercano: Se generan a pocos kilómetros de distancia.
•De origen lejano: A miles de kilómetros de distancia.
•El tsunami más destructivo: De los registrados hasta la fecha, ocurrió en el Callao el 28 de octubre de 1746. Causó la muerte del 96 % de la población.
Datos
•Fundación: 6 de octubre de 1915
•Límites: Norte (Playa Cantolao), Sur (Playa Malecón), Oeste (Playa Wiesse), Este (Chucuito)
•Superficie: 0.7 Km2.
•Población: 5, 000 habitantes aproximadamente.
•Área ecológica: Humedal de La Arenilla.
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