El congreso aprista ha empezado con una pelea descomunal entre las varias facciones en pugna. Pero, ¿hay algo significativo que esté realmente en juego?
El evento, en realidad, es solamente importante para las aspiraciones particulares de un pequeño grupo de dirigentes. Los que se hagan de la conducción del partido tendrán mejores posibilidades de colocarse –ellos y su clientela– en las listas partidarias para las elecciones del 2010 y 2011. Y, en lo que resta de este gobierno, dispondrán de más amplias facilidades para ocupar puestos públicos y, sobre todo, usar el Estado para hacer negocios.
Nada más está en juego en el XXIII Congreso Aprista. Nadie desafía el liderazgo de Alan García, el único que puede llevarlos al poder. Y no existe discusión ideológica o programática de ningún tipo, porque el Apra es, en ese sentido, esencialmente igual al resto de partidos: un grupo de personas interesadas en llegar al poder alrededor de un líder que puede ganar una elección.
Identidad partidaria
Dicho esto, hay que precisar que el Apra tiene elementos que no poseen otros partidos como Solidaridad Nacional de Luis Castañeda o Perú Posible de Alejandro Toledo.
El Apra tiene historia, tradición, organización, disciplina, símbolos, íconos, mártires. Durante décadas fue realmente un partido político y todavía posee centenares de cuadros políticos entrenados. Tiene también miles de militantes y simpatizantes, algunos de los cuales creen todavía –ilusamente– que el partido tiene una ideología y objetivos de transformación. Es decir, aún hay auténticos apristas, que mantienen identidad partidaria.
Pero esa es una especie en extinción. Como lo son los dirigentes experimentados.
Todo tiene su final
El aliento aprista duró solo hasta la década de 1970. Allí todavía Víctor Raúl Haya de la Torre pudo atraer jóvenes destacados de esa generación, incluyendo a Alan García. Pero fue el último resuello de un líder y un partido que habían pasado por demasiadas vicisitudes, compromisos, retrocesos, componendas y disidencias.
Y esos jóvenes de los 70 provenían en su mayoría de familias apristas. Ya en esa época era muy raro que el Apra atrajera a sus filas a nuevos militantes que no hubieran bebido la mística partidaria en casa o en semilleros como la universidad Villarreal.
Hoy día el Apra, como el resto de partidos, depende enteramente de un líder carismático. En la década de 1990, con otros candidatos, obtuvieron solo 2% o 3%.
Como ya no atraen a jóvenes capaces, es muy difícil que puedan surgir de sus filas nuevos líderes. Así, es probable que la vida del Apra dure los años que le quedan a García y luego se irá extinguiendo más o menos rápidamente.
Ficción de Alan
Los cuarentones actuales son solo un invento de García para impedir que Jorge del Castillo u otro líder cuajado se haga del poder en el partido. Como bien anota Alberto Vergara:
“El compañero Presidente divide y reina en el partido (…). Todos saben que García infla y desinfla liderazgos, que contrapone a dirigentes de uno y otro bando para que nadie acumule mucho poder”. (“¿Qué es el Apra?”, Poder, febrero 2010).
Por eso la bronca en la inauguración del congreso aprista, que nada tiene que envidiar a las que protagonizan los “malditos de Castilla” en el Callao, debe haber hecho feliz al compañero presidente.
La cabeza visible de los cuarentones, Omar Quezada, mostró sus limitaciones como presidente regional de Ayacucho y evidentemente carece de proyección. Por eso García lo ha improvisado como líder.
Los partidos
El elemento fundamental que distingue a los partidos o coaliciones, en los países donde la democracia funciona y los partidos son realmente tales, es la ideología, el programa, la propuesta política. En Chile, la Concertación, de centroizquierda, se diferencia claramente de la centro derecha de RN y UDI. En Uruguay el Frente Amplio es manifiestamente distinguible de los partidos Blanco y Colorado.
En Chile y Uruguay, esos partidos se han alternado el poder en las últimas décadas con diversos líderes y candidatos.
En el Perú eso no existe. El Apra actual carece realmente de ideología y de propuesta política. Se hace lo que a Alan García se le ocurre. Todo el resto lo sigue sin chistar, porque lo único que les interesa es disfrutar del poder.
En su primer gobierno hizo una política populista desastrosa, no porque la ideología aprista lo condicionara (ver el bien documentado libro de Nelson Manrique “¡Usted fue aprista!”) sino porque era la moda que él adoptó en ese momento. Esta vez –afortunadamente– cambió.
En síntesis, lo único que disputa a combo y patada la segundilla aprista en el Congreso es la posibilidad de ubicarse mejor en la corte de Alan García.
F ROSPIGLIOSI
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