La historia de abnegación y lucha de una arqueóloga que dejó todo para regalarnos una nueva mirada de nuestra historia. Sigue en la brega porque las piedras en el camino continúan.
Aquella niña que soñaba con ciudades fantásticas, que se paseaba horas y horas en las zonas arqueológicas del país de la mano de su papá Gerardo, es hoy una de nuestras más prestigiosas investigadoras, digna de todos los respetos. Su labor merece todos los premios del mundo, porque ha dedicado casi dos décadas de su vida, siempre luchando contra la corriente y contra lo corriente, a revelarnos los misterios de Caral, la civilización más antigua de América, de la talla de las más prestigiosas del planeta como Mesopotamia, Egipto, India, China y Creta.
Inicio
Cierto día cuando la docente universitaria Ruth Shady Solís realizaba investigaciones en Végueta (Lima), ese pueblo singular que fue admirado por el libertador San Martín, el huachano Domingo Torero le dijo: “¿Doctora, usted ha visto los monumentos que hay en el valle de Supe? “Bueno, los he visto en fotografías, son monumentos del formativo, creo”, le contestó sin mayor interés. “Sí pues, a mí me gustaría mostrarle directamente, doctora”, le dijo Torero.
LA PRIMERA que vez que Shady vio Caral quedó pasmada. Vio grandes montículos de tierra e intuyó que cubrían edificios de piedra y supo que ese lugar guardaba un gran misterio. En aquel tiempo, hace más de 20 años, Shady tenía tales compromisos académicos que, aunque hubiese querido empezar una investigación, no lo hubiera podido hacer. Tenía una beca en Estados Unidos y otras cosas.
“Te cuento, sin embargo, que los pobladores del lugar querían saber la historia de su zona. Estaban emocionados, tanto que crearon una cátedra en la Universidad de Huacho para que yo la ocupara, pero no podía dejar mis compromisos; entonces recomendé a un colega. Ya te contaré más adelante hasta dónde me llevó esto”, dice.
En los Estados Unidos, la becaria soñaba con lo que había visto y lanzaba hipótesis al viento. “Los monumentos impresionantes que vi deben ser de la época de Chavín de Huántar, no creo que sean más antiguos”, pensaba. Quería volver al lugar para trabajar, pero le asustaba imaginar el dinero que se necesitaría para hacer investigación en aquel remoto valle de Supe.
Vamos
Hacia 1990, después de regresar de Estados Unidos, la arqueóloga trabaja en Bagua para su tesis doctoral. Shady está casada ya y tiene dos hijos, quienes la quieren cerca de casa porque la televisión y los diarios hablan de violencia y otros peligros en calles y carreteras.
Fue entonces que ella buscó un lugar cerca de su casa en Lima para investigar y el destino la llevó otra vez a Supe. Ahí empezó, hacia 1994, la historia real de cómo se descubrió la civilización primigenia de América, con cinco mil años de antigüedad.
No fue nada fácil su trabajo. Hubo de todo: falta de presupuesto, envidias de colegas sobre todo peruanos, traiciones de aprendices, portazos en la cara, sobre esfuerzo, hambre, frío y miedo; pero al final la dedicación y la confianza de estar haciendo bien las cosas dieron sus frutos.
Shady dice que en 16 años de trabajo en Caral se ha avanzado mucho, pero que esto no puede detenerse, que el Proyecto Especial Arqueológico Caral-Supe debe continuar y que las autoridades deben ayudar en vez de entorpecer con normas que reducen los presupuestos, porque la civilización descubierta es un patrimonio no sólo del Perú sino del mundo entero.
Primeros pasos
Shady empezó el trabajo en una empresa pequeña. Los fines de semana iba a Caral con cinco arqueólogos sanmarquinos, ex alumnos suyos, con algunas carpas y una pequeña cocina. Sabían que había algo grandioso en aquel valle. Dormían donde el cansancio y la noche los tumbaban. El día siguiente era muy parecido al anterior y así pasaron semanas, meses, años. El lugar era entonces muy tranquilo, con gente sana, con campesinos generosos, tan distinto a hoy en día, que Caral tiene fama y hasta existen traficantes de tierras que quieren hacer negocios, porque hay demanda de viviendas por el turismo.
Todo el tiempo que duró la investigación lo que faltaba más era el dinero y para conseguirlo tocaban todas las puertas. Algunas ni se abrían. Buscaron ayuda en las instituciones públicas, pero no era suficiente; pidieron ayuda a National Geographic pero no era suficiente. La Universidad Nacional Mayor de San Marcos hacía lo que podía. Cada hallazgo exigía más esfuerzo, faltaba dinero y tiempo y lo único que sobraban eran las ganas de seguir investigando.
En 1996, la investigadora lanza una publicación explicando el trabajo avanzado. En ella dice, entre otras cosas, que en el valle de Supe, en 18 sitios identificados (ahora son 20) no había cerámica. Según los entendidos, es rarísimo que en un lugar complejo con edificios de piedra no haya cerámica. La explicación es simple: la civilización que estaba estudiándose tenía cinco mil años de antigüedad, una maravilla complejísima del periodo precerámico.
Toro sentado
“Cierta noche, como a las siete y media, después de un día de arduo trabajo, dejamos nuestras cosas en la carpa y fuimos a conversar a la casa de nuestro vecino, un campesino generoso a quien le sorprendía que hiciéramos nuestro trabajo en situaciones, digamos, difíciles. De pronto se escuchó un ruido. Salí rápido y vi a un gigante toro gordo sentado en mi carpa. Me asusté. Esa noche no pude dormir bien porque tuve pesadillas, por primera vez en mi vida. Apiadándose de nosotros el alcalde del lugar nos construyó una casita pequeña para descansar después de los trabajos”, recuerda. En aquel tiempo sus colegas peruanos sabían ya de las cosas que iba logrando la señora que se había internado en Supe.
Había cierta envidia entre sus colegas, pues sin mayor fundamento decían, por ejemplo, que Caral no era del periodo precerámico. Puede tratarse, decían, de una civilización un tanto contemporánea pero acerámica.
Estafa gringa
Hacia 1999, Shady fue a una reunión en Chicago para presentar resultados preliminares de sus investigaciones. Ahí, arqueólogos prestigiosos de todo el mundo quedaron asombrados de tanta maravilla que la colega peruana les estaba mostrado. Entonces se le acercaron dos arqueólogos de Chicago, el matrimonio Jonathan Haas y Winifred Creamer, quienes elogiaron el trabajo de Shady y se interesaron tanto que vinieron a conocer a Caral y dijeron: “Esto debe conocerse en el mundo”, y propusieron a la doctora que hiciera un artículo a fin de publicarlo en la prestigiosa revista “Ciencia” para ver si así algunas fundaciones se animaban a financiar la investigación. Shady hizo el artículo y los mentados arqueólogos ayudaron para que se publicara. El artículo apareció en “Ciencia” pero como si ellos fuesen los autores y Shady solo una asistente.
“Moví cielo y tierra y denuncié en todas las instancias posibles que se trataba de unos estafadores que querían apropiarse de una investigación peruana y presentarse ante el mundo como lo descubridores de Caral. Gané la guerra; pero me dio una enorme pena que quien me traicionara y ayudara a los gringos fuese el hijo del arqueólogo a quien le deje la cátedra en la Universidad de Huacho. También me dolió en menor medida que, cuando una comisión de Chicago vino a investigar el caso al país, algunos colegas peruanos hablaran a favor de los esposos estafadores. Bueno, saqué lecciones de ese hecho. Jamás debemos dejar que nos pisen el poncho”, dice de manera enérgica.
Marcial Rubio
El ministro de Educación del gobierno de Transición de Valentín Paniagua, Marcial Rubio, llegó cierto día a Caral con su familia (su esposa fue arqueóloga). Ese fue el inicio de una de las mejores épocas de la investigación. “Doctora, cómo puede trabajar en estas condiciones. No puede ser. Hablaré con el presidente de la República y veremos qué podemos hacer”, dijo Rubio.
Paniagua y toda su comitiva de ministros llegaron poco tiempo después de la visita del actual rector de la Universidad Católica. Llegaron a las once de la mañana en un helicóptero y recorrieron toda la zona arqueológica a pie, hasta las cuatro de la tarde. Recorrieron gran parte de las 66 hectáreas de Caral. Paniagua estaba asombrado con lo que había visto, tanto como Javier Pérez de Cuéllar, Diego García Sayán y sus otros ministros. “Esto es una maravilla del Perú y todos, desde sus carteras, deben ayudar para que esto mejore”, dijo Paniagua a los miembros de su gabinete.
Al poco tiempo, Paniagua sacó un decreto supremo declarando a Caral de preferente interés nacional, que permitió haya presupuesto para la investigación. “Era tan eficiente Paniagua que estaba al tanto de todo. Cuando me invitó a Palacio para hablarme sobre el decreto me dijo: veo que está sin carro. El mío había caído en desgracia justo cuando había cruzado Pasamayo, menos mal; y el que nos había dado San Marcos con tanto esfuerzo estaba viejito. Entonces ese día nos dio una combi y salí de Palacio feliz y con carro”, dice.
“Ese decreto supremo nos sirvió mucho. Ah, Paniagua, antes de dejar el cargo, me pidió que armara una exposición sobre Caral en Palacio, a fin de que su sucesor, Alejandro Toledo, supiera lo que es Caral y le diera continuidad a lo que él había iniciado. Hice la exposición, y así pudo conocer Toledo sobre nuestro trabajo. Su esposa se interesó más”, aclara.
El decreto supremo hizo posible que hubiese un presupuesto para la investigación de Caral; sin embargo, todo ese dinero que ingresó a San Marcos no pudo gastarse por una serie de inconvenientes.
“Entonces fui al Congreso para que me ayudaran a que el dinero que se había destinado para Caral se gastara en Caral. Gracias al congresista Marcial Ayaipoma logramos que Proyecto Especial Arqueológico Caral-Supe (PEACS) sea una institución estatal adscrita al pliego presupuestal del Instituto Nacional de Cultura, pero con plena autonomía de gestión científica, administrativa y financiera; pero llegó otra norma”
Otro decreto
El 11 de mayo de este año salió un decreto de emergencia que ordena recortes presupuestales. “Mire esto es un golpe tan duro que hasta puede obligarnos a cerrar el Proyecto Especial Arqueológico Caral-Supe, porque ahora no sólo hacemos investigación para recuperar nuestra historia sino generamos polos de desarrollo a través del turismo”, dice. “Vendemos polos, libros, gorros, canguros y el decreto dice que ni siquiera podemos gastar ese dinero”, alerta.
“A partir del 11 de mayo nos han recortado un millón y medio, lo cual significa un dineral pues nuestro presupuesto llega a cinco millones. Nosotros ahora trabajamos en ocho sitios, ya no solo es Caral”, dice.
Traficantes de tierras
“Quiero decir además que con el prestigio que ha logrado Caral empezaron las invasiones de los sitios arqueológicos, lotización de tierras para poner hoteles. Tenemos cinco juicios por defender nuestro patrimonio ante supuestos dueños de tierras en zonas arqueológicas que lo que quieren es ganar dinero con el turismo a costa de todo. Nosotros no retrocederemos aunque nos quiten el presupuesto. No les tenemos miedo a los traficantes de tierras que quieren amedrentarnos. Yo he sufrido ya un curioso asalto. Me han disparado y todo; pero yo no tengo miedo y defenderé lo nuestro de los peruanos y de los extranjeros. Ya lo hice, una vez. Ahora estoy luchando por recuperar el presupuesto. He hablado con el INC, he hablado con la ministra Aráoz y estamos dispuestos a seguir tocándole las puertas al presidente García para explicarle que estamos en serios problemas con el bajón presupuestal. Estamos Seguros que lo lograremos. Hemos logrado ya tantas cosas”, dice.
Paco Moreno
Redacción
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