.Por Nelson Manrique
Aparentemente Susana Villarán es ya la nueva alcaldesa de Lima y habrá mucho por analizar durante las semanas siguientes. Para un analista los periodos de aguda polarización social y política son privilegiados. En ellos los reales intereses en juego salen a la luz, despojados de sus vestiduras ideológicas, y los conflictos sociales –habitualmente encubiertos por un manto de racionalizaciones y justificaciones– muestran su verdadera naturaleza.
Hasta aquí la derecha económica ha logrado gobernar el Perú durante las últimas dos décadas a pesar de perder una y otra vez las elecciones, pues los candidatos ganadores fueron elegidos como adversarios de la política neoliberal, para pasarse después de su triunfo con armas y caballos al bando derrotado, que no será popular pero tiene la plata. Esto ha sido posible gracias a la exclusión de la izquierda, lograda a través de sicosociales que han convertido el miedo en un arma política muy efectiva. Esta es la clave para entender el encarnizamiento de la campaña desplegada contra Susana Villarán en la campaña municipal.
Cuando los sectores sociales dominantes sienten que sus privilegios están amenazados (no interesa si la amenaza es real; basta con que ellos la sientan como tal) los discursos justificadores se abandonan y se abre el paso a la actuación descarnada de sus verdaderos intereses. La democracia deja de ser una buena palabra cuando estos son afectados.
En esta elección, además de todas las mentiras y calumnias vertidas contra Villarán, se ha utilizado todo tipo de armas vedadas, como la colocación de banderolas contra Susana en la Vía Expresa por personal edil, la violación –por los periódicos fujimontesinistas– de las disposiciones legales que prohíben la propaganda electoral durante los dos días anteriores a la elección, el reparto de dinero y la distribución de volantes apócrifos en barrios populares llamando a votar por Fuerza Social pero colocando los logotipos correspondientes a otras agrupaciones para confundir a los electores, como ha denunciado la propia agraviada, y un largo etc. Por todo esto es especialmente meritorio el triunfo de Susana.
La actuación de los medios fujimontesinistas es lo menos interesante, pues se han limitado a demostrar que siempre será posible caer aún más bajo. Ellos harán noticia el día en que les dé un ataque de decencia. Pero con la prensa “seria”, aquella que presume de democrática y liberal, la situación es distinta. El Comercio, que se presentaba como un medio respetuoso del derecho de sus lectores de informarse imparcialmente, ya vio mellada su imagen cuando despidió a Augusto Álvarez Rodrich, Fernando Ampuero y Pablo O’Brien por denunciar el escándalo de los petroaudios, afectando las privilegiadas relaciones inmobiliarias con Palacio.
Pero en esta elección EC perdió completamente la compostura a medida que Susana Villarán iba subiendo en las encuestas, hasta llegar, en un paroxismo, a terminar fabricando una realidad a su gusto. Primero decidió no publicar las encuestas que tenía contratadas con Ipsos-Apoyo los dos pasados domingos, cediéndole la primicia a América TV, porque estas cifras no me gustan matatiru tirulá. Y después construyó una realidad a su gusto en su edición electrónica. El 18/9, cuando Ipsos-Apoyo (empresa con la que trabaja EC) daba a Villarán una ventaja de 14 puntos, una “encuesta” publicada en la página web de EC, en la que supuestamente habrían participado 16,919 encuestados, daba a Lourdes 14 puntos de ventaja. Y el viernes 25 –cuando las empresas de opinión serias registraban que Susana ganaba por un margen de entre 8 y 15 puntos y ni siquiera las encuestadoras apristonas se atrevían a ir más allá de un “empate técnico”– una nueva “encuesta” de la web de EC otorgaba a Lourdes una ventaja de 20% sobre Susana.
Añádase el desastre electoral del Apra, que aparentemente no va a ganar ningún gobierno regional, ha perdido todo el “sólido norte” y en Lima –en el mejor de los casos– podría ganar la alcaldía de Lurín, así como el revés sufrido por los fujimoristas en gran parte de Lima y se tendrá un nuevo mapa político al que los protagonistas tradicionales tendrán que readecuar su juego. La elección presidencial vendrá movida
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