.Por Antonio Zapata
En El Príncipe, Maquiavelo sostiene que virtud y fortuna son fuerzas fundamentales de la política. En realidad, el desenlace de las crisis deriva de la conjunción de ambas fuerzas. Por ejemplo, la elección para el municipio de Lima concluye con la victoria de Susana Villarán en buena medida gracias a la diosa fortuna. Pero, ella no equivale al azar. Éste último significa que cualquier cosa puede suceder y no es el caso. Por el contrario, la fortuna potencia la virtud y la coloca en una nueva situación, donde debe mostrar su capacidad. Por ello, la fortuna no sustituye a la virtud, sino que le brinda una plataforma más firme.
Susana no ha ganado solamente porque tacharon a Kouri. En realidad, estaba subiendo antes de la tacha y si esta la favoreció –lo cual es indudable– fue precisamente porque su alza ya se había iniciado. Producida la tacha, los votantes anti Kouri voltearon la mirada a Villarán porque ya no necesitaban votar por Lourdes Flores para derrotar al fujimorismo. Pero, igualmente los votantes pro Kouri vieron en Susana alguien que podía derrotar al causante de su tacha, que siempre se la atribuyeron al PPC. De este modo, Villarán ganó adherentes en los dos extremos del espectro y luego empezó a correr por sí misma hasta alcanzar el triunfo.
Al recibir el doble endose contra Lourdes, si Susana hubiera sido un falso valor se caía irremediablemente. Pero, en ese momento afloraron sus virtudes, culminando el trabajo de la diosa fortuna. Desde entonces, todo fue su carisma, su sentido mediático y el encuentro con un pueblo cansado de políticos tramposos. Sus virtudes como candidata le permitieron renovar el ambiente político con una propuesta de centroizquierda, que la ciudadanía apreció como una necesaria reforma de segunda generación.
Ahora Susana Villarán enfrenta varios dilemas, que empiezan por la tentación. La fortuna le planteará nuevos retos, bajo forma de empalagosos halagos. A veces, se gana contando con un pequeño partido compuesto por los fieles de toda la vida, que son pocos y no necesariamente preparados para el ejercicio del poder. Nos ocurrió a los trotskistas en 1978, cuando Hugo Blanco obtuvo una extraordinaria votación para la Asamblea Constituyente. Entonces, reforzamos nuestras filas fundando el PRT. Poco después apareció la tentación, que se presenta como la cara oscura de la misma diosa fortuna.
En efecto, ¿debíamos ir solos y ganar todas las bancas congresales para nosotros mismos, o formar una coalición, cediendo en algunas posturas y en representantes? En esa ocasión ganó el egoísmo, no hubo alianzas y las candidaturas zurdas se dividieron en cinco para las presidenciales de 1980. El resultado fue un desastre, se perdieron más de veinte puntos con respecto a 1978.
En estas semanas, las izquierdas deben tomar decisiones, que pueden consolidar posiciones, o desperdiciar en la siguiente elección los avances obtenidos en esta. Si se lanza candidato presidencial de Fuerza Social se pierde mucho porque se anularán con Ollanta Humala y ambos quedarán muy rezagados. A la vez, si la lista congresal de FS se limita a su grupo específico, puede no despegar electoralmente y desvanecerse la victoria de octubre.
Para sortear los obstáculos de la tentación, Susana debe concentrarse en sus fuerzas, empezando bien su período como alcaldesa. Paralelamente, FS no tiene nada que ganar en esta contienda presidencial, más bien una bancada parlamentaria le sería de gran utilidad para construirse como opción. Para armarla, dispone de la confluencia, que amplía su política de alianzas y le otorga mayores soportes. Así, acumulará energía para las batallas por venir, poniendo nuevamente la fortuna al servicio de su virtud
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