.Por Diego García-Sayán.
Es el “sueño del historiador” y la “pesadilla del diplomático” ha dicho el británico Timothy Ash sobre la filtración de los 250,000 documentos del Departamento de Estado. Desde chismes picantes o apreciaciones demoledoras sobre ciertos personajes, hasta fragmentos de visiones estratégicas sobre el ajedrez global. No sólo están los Batman y Robin rusos o las “fiestas salvajes” de Berlusconi. También sensibles asuntos de fondo en una madeja que no termina de desenredarse y que plantea tres grupos de interrogantes.
En primer lugar, el sistema informático perforado ha sido el del ejército norteamericano. Conocido como “SIPRNET”, fue establecido después del 11-S, paradójicamente para mejorar la seguridad de las comunicaciones. Un sistema al que hoy acceden, desde diversas entidades, más de tres millones de estadounidenses y que, ostensiblemente, fracasó. Superar ese problema le puede demorar a los EEUU mucho. La cuestión de fondo en la seguridad informática es que colapsó; aparentemente por la mano de un soldado (Bradley Manning). Un campanazo de alerta frente al verdadero peligro a la seguridad global. Que no es Julian Assange, fundador de Wikileaks, habilidoso y, para algunos, inescrupuloso hacker. Sino el riesgo real de un manotazo cibernético terrorista que podría causar, en minutos, el desbaratamiento del sistema financiero internacional.
El segundo tema es el impacto en la diplomacia y las relaciones internacionales. No sólo para las de EEUU sino, en general, para los modos usuales de información y de negociación internacional. Se han revelado asuntos muy delicados, como las amenazas de Irán o, incluso, de un “aliado” como Pakistán cuyo arsenal nuclear–se dice– podría caer fácilmente en manos de islamistas radicales. Muchas vulnerabilidades. ¿Podrán seguir siendo iguales los estilos de información y negociación cuando todo puede aparecer publicado?
El tercer asunto es el de la frontera entre el derecho de la gente a acceder a la información en manos del Estado y el derecho de los Estados a la confidencialidad y el secreto de cierta información. Si acceder a información está ahora establecido como un “derecho humano”, es a la vez exacto que en la diplomacia y las relaciones internacionales la reserva sobre diversos asuntos es esencial. ¿Cómo y quién puede regular esto? En un sistema globalizado es bien difícil.
Lo que es contundente es que las cosas en adelante serán diferentes. También que, por principio, es defendible que espacios como Wikileaks puedan seguir actuando. Pero siendo capaces, eso sí, de rendir cuentas. Con domicilio legal establecido y un cuerpo directivo responsable. Mientras, Assange será esta mezcla que es ahora de héroe y villano. Operando sabe dios desde dónde y buscado
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