domingo, 23 de enero de 2011

Interoceánica y Gasoducto



.Por Humberto Campodónico

La carretera Interoceánica a Brasil tuvo muchísima oposición, dentro y fuera del gobierno, pues muchos pensamos que no había suficiente tráfico para invertir tanto dinero, que el beneficiado sería Brasil y que esta megaobra no era tan importante como otras en ese momento. Dado que no pasaba el SNIP, se le exoneró de este requisito, pero Toledo siguió apostando por ella. Los detractores nos equivocamos de palmo a palmo. La carretera es tan importante y su beneficio tan palpable que hoy todos reclaman su paternidad. La discusión sobre el tráfico, el desarrollo y la rentabilidad quedó en la teoría (Cecilia Blume, Discusiones de campaña, Correo, 03/01/2011).

Lo que dice Blume es clave, pues demuestra que algunos proyectos tienen una importancia estratégica que va más allá de los análisis costo/beneficio de los estudios de gabinete. Podemos agregar, incluso, que si hoy no hubiera aún el suficiente tráfico, la Carretera estaría plenamente justificada, tanto por sus objetivos de integración territorial nacional e internacional (proyección a los mercados de Brasil y al sudeste asiático), como por su apoyo al desarrollo productivo y agrario de la sierra sur.
Todo ello, claro está, no obvia que los organismos del Estado velen para que se cumplan todos los requisitos técnicos y, también, por la realización –y aprobación– del necesario Estudio de Impacto Ambiental.

La cuestión de fondo es cómo se inserta esta carretera en un Plan Nacional de Desarrollo. A eso apunta el “Plan Bicentenario: Perú hacia el 2021” de CEPLAN, pues se dice que “se debe continuar con el afianzamiento y profundización de los vectores principales de la “Alianza Estratégica” con Brasil, con énfasis en importantes áreas como el desarrollo fronterizo, la integración física fluvial, aérea y terrestre, la integración energética y la profundización del comercio en inversiones” (www.ceplan.gob.pe, p.105).

Lo planteado debe desembocar en proyectos que potencien las sinergias de las inversiones privadas y públicas, tanto a nivel nacional y regional peruano, como con las inversiones brasileñas. Es allí donde no conocemos cuáles son los planes que tienen los gobiernos regionales de Cusco, Puno, Arequipa, Moquegua y Tacna para llevar adelante un Plan de Inversiones para esta Macro Región.

En el nivel de los proyectos nacionales destacan los del sector energético. Uno es el Acuerdo Energético Perú-Brasil, firmado el año pasado. No se puede discutir aquí todos los detalles, pero debe decirse claramente que existen fuertes cuestionamientos a la construcción de las hidroeléctricas, por consideraciones ambientales, sociales y de biodiversidad.

El otro gran proyecto es el gasoducto surandino, que debiera llegar a las mismas Regiones donde está la Interoceánica. Con la llegada del gas, todo el trapecio surandino podría estar conectado con GNV, abaratando los costos de transporte urbano e interurbano. El gas también abastecerá a las industrias y grupos privados han anunciado inversiones petroquímicas en Ilo.

Este gasoducto debe salir sí o sí, como la Interoceánica, porque tiene una importancia estratégica central: es la palanca para el desarrollo productivo de las regiones más pobres. Para hacerlo, sigamos el ejemplo de la Asociación Público-Privada en Chile entre la estatal ENAP y empresas privadas que en solo 5 años construyeron el Terminal de Recepción de Gas Natural Licuado que ha logrado la no-dependencia energética del vecino sureño (www.cristaldemira.com, 30/10/09). Si la cosa queda solo como un proyecto privado puede demorarse años de años o no salir nunca.

No nos equivoquemos “de palmo a palmo”. Miremos al 2021 –en una nueva relación Estado-mercado para la diversificación productiva– y podremos avizorar el despegue del sur andino.

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