.Por Humberto Campodónico
El precio del petróleo Brent ha superado los US$ 100/barril. Nadie sabe a ciencia cierta cuál será la evolución futura de los precios, pero las “adivinanzas científicas” dicen que lo más probable es que los precios se mantengan altos en los próximos 3 a 5 años, debido al aumento de la demanda, las restricciones de oferta y los problemas geopolíticos.
Esas son malas noticias para países importadores de petróleo, como el Perú. Actualmente depende en un 65% de petróleo importado, siendo solo el 35% restante de origen nacional. En el 2010 la importación de petróleo y derivados ascendió a US$ 4,063 millones, presionando negativamente la balanza comercial.
Además, no hay perspectivas creíbles que permitan aumentar su producción en el corto plazo. Existen planes de Perenco para explotar el petróleo pesado de la Selva Norte en la frontera con Ecuador. Pero, a pesar de los anuncios –muchos de ellos triunfalistas– la realidad que tenemos es esa: planes, que –en el mejor de los casos– demandarían 4 a 5 años para materializarse. Por eso la alternativa energética más importante en el corto plazo es el gas natural, pues sustituye a los derivados del petróleo en la producción de electricidad, en las fábricas, en los hogares y, sobre todo, en el consumo automotor. Veamos.
En el Perú se consumieron 62 millones de barriles (MMB) de petróleo en el 2009, en sus diferentes derivados: gasolinas, diesel, GLP, residuales y asfalto, entre otros. El consumo de GLP de 12 MMB proviene en casi un 100% de Camisea. Por tanto, allí hay ya un aporte importante a la producción nacional.
Desde el 2005 en adelante, el gas de Camisea representa cerca del 33% del consumo total de energía en el país. El consumo es de 310 millones de pies cúbicos diarios, lo que equivale a 20 MMB por año. Esta cantidad es adicional, ojo, a los 62 MMB de consumo de petróleo. Si consideramos que el 100% del consumo de gas sustituye al petróleo (en realidad el porcentaje es algo menor), con un precio de US$ 80/barril, vemos que los 22 MMB equivalen a US$ 1,760 millones. Cifra nada despreciable, ¿no es cierto?
Hay más. El gas natural es mucho más barato que el petróleo porque existe una “desconexión” entre los precios de ambos (1). Así, cuando el precio del gas está en US$ 4/MMBTU (que es el precio, hoy, del Henry Hub de EEUU) el precio del petróleo debería estar en US$ 24/barril. Pero sucede que, hoy, el precio del petróleo está en US$ 100/barril. Enorme diferencia, ¿no?
Esto quiere decir que el precio del gas es la cuarta parte del precio del petróleo. Dicho de otro modo, el ahorro por sustitución energética de gas por petróleo es enorme. Si esto es así, y lo es, ¿no deberíamos estar propiciando la sustitución masiva de petróleo por gas en todo el Perú, llevándolo, por ejemplo, al sur del país –nuestra región más pobre– mediante el gasoducto andino? De esa manera, el petróleo caro no repercutiría en el alza de la gasolina y, por tanto, en la inflación. Pero hoy sucede lo inverso. Se está exportando el gas de Camisea, que es nuestro pasaporte a la no-dependencia del petróleo caro importado, en lugar de satisfacer la demanda interna. El proyecto Camisea ha sido bueno para el país, pero fue desnaturalizado en los últimos años de Toledo cuando se cometieron delitos para cambiar los contratos y permitir la exportación, lo que ha continuado con este gobierno. En el Siglo XXI la energía seguirá siendo, quizá más que antes, un insumo estratégico para el desarrollo sostenible (siempre y cuando se cumpla con la licencia ambiental y la licencia social). Por eso, es indispensable cambiar, ya, la actual “política” energética.
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