.Por Javier Diez Canseco (*)
Sin duda, como el 2006, la opción del cambio –Ollanta Humala y GANA PERU– vencerá el 10 de abril. Pero ahora, y ante una segunda vuelta, tenemos la experiencia del llamado “cambio responsable” que representó García en nombre del bloque continuista, idea que hoy usan Fujimori, Toledo y PPK. Fue y es una gran mentira. De allí el malestar popular
El cargamontón contra Humala y GANA PERU confirma el afán de los grupos de poder, sus medios y sus candidatos de reafirmar este modelo económico e insistir en un crecimiento sin desarrollo, con groseros privilegios tributarios para las transnacionales, sin efectos en el bolsillo de la mayoría de los peruanos y peruanas, ni en una sustantiva mejora de sus condiciones de vida y de los servicios públicos que reciben. Ningún otro candidato compromete renegociar las lesivas condiciones otorgadas a estas grandes empresas que hacen multimillonarias ganancias. Tampoco replantean un crecimiento económico que se apoya en la mera exportación de materias primas, sin industrialización ni generación de tecnología nacional. Y, claro, todos hacen mutis frente a la corrupción de García y la que campea en el Perú en los últimos 20 años. Y es que, salvo Ollanta, todos tienen faenones impunes.
Para liquidar a Humala y GANA PERU, todo vale. Desde demonizar mi presencia en su lista hasta la desgastada monserga de que es un títere de Chávez, mientras incentivan inaceptables y amenazantes declaraciones del presidente chileno.
Pero el centro es deformar el programa de GANA PERU y promover la mentira de que hay un doble discurso. Como muy pocos han leído el programa, inventan que hay un doble discurso de Humala. Lo que buscan es presentar a Ollanta como uno más de los políticos mentirosos que postulan.
Sus contendores continuistas presentan la propuesta de una economía nacional de mercado –orientada a fortalecer el mercado interno, proteger a los productores nacionales, recuperar soberanía sobre el destino y uso de nuestros recursos naturales, como el gas de Camisea, y mejorar los ingresos, la capacidad de compra y la educación y salud de las mayorías– como un disfraz del estatismo trasnochado e inoperante. Insisten en que el Perú tiene futuro dedicándose a la exportación de materias primas sin procesar y, que, para ello, hay que mantener intocados los increíbles privilegios tributarios de las transnacionales mineras y extractivas que “nos hacen el favor” de explotar nuestros recursos a cambio de migajas, dar escasa ocupación y maltratar a miles de trabajadores que laboran en services y contratas como “cholos baratos”. Los candidatos continuistas callan sobre las gigantescas e inmorales ganancias que se llevan estas grandes empresas en un país con necesidades tan urgentes y una población de ingresos deprimidos y que sufre servicios públicos de ínfima calidad, tratada como extranjera en su propia tierra.
Se espantan de un Estado regulador de las tarifas de los servicios públicos, de preservar el agua como un derecho humano y no privatizar Sedapal, de fortalecer empresas públicas como Petroperú (como tienen Brasil, Chile, Colombia, México, Ecuador o Bolivia). Quieren un Estado raquítico y débil que tampoco regule los usureros intereses que cobran bancos y financieras a quienes compran o solicitan crédito. Nada de fondos de abaratar los intereses a los pequeños o darles créditos de fomento baratos. Protegen a los cuatro bancos que manejan el 82% del crédito nacional. También el apoyo a las comunidades campesinas y los pequeños agricultores, como Sierra Productiva, pues promueven la concentración de la propiedad en grandes latifundios. A la defensa y el acceso de las mayorías a la propiedad le llaman “estatismo”. ¡Qué ironía!
Y, claro, investigar y sancionar la corrupción y los faenones es autoritarismo. Devolver ética a la política es amenazar las libertades fundamentales. Este es y será el discurso del miedo de quienes sienten amenazados sus abusivos privilegios y su desmedido poder.
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