Victoria de indios en EE.UU.
El lunes 20 de junio quedará grabado en la memoria de los indios de Estados Unidos. Ese día, el juez distrital Thomas Hogan aprobó una indemnización de 3,400 millones de dólares a los indios por haber sido defraudados durante un siglo de las regalías que el gobierno federal debía pagarles por el uso de sus recursos, entre ellos el petróleo, el gas y los pastos.
El diario italiano Corriere della Sera, al desplegar la noticia a página entera, precisó que por lo menos 1,500 millones de dólares serán para 300 mil nativos estadounidenses, 1,900 millones servirán para readquirir y unificar las tierras tribales arbitrariamente fragmentadas durante años y 60 millones financiarán bolsas de estudio para jóvenes indios.
El juicio ahora llegado a término fue iniciado en 1996 por la sexagenaria india Elouise Cobell, de la tribu de los Pies Negros de Browning, en Montana. Actualmente enferma, la legendaria luchadora no pudo acudir a la audiencia, pero leyó por teléfono un mensaje en el que calificó de “histórico y sin precedentes” el acuerdo.
El juez Hogan, quien dictó la sentencia, declaró, conmovido: “Si no fuese por la señora Cobell, no estaríamos aquí. Ella es una heroína. En la historia moderna, ha contribuido más que nadie en tutelar los intereses de los indios estadounidenses, arriesgando su propia reputación y su salud.”
El presidente Alan García, quien si no recuerdo mal es abogado pero nunca ha defendido indios, haría bien en consultar el expediente del caso. Las razones del juez y de los indios podrían servirle para que comprenda hasta qué punto su “Síndrome del perro del hortelano” es un alegato reaccionario y una invitación al despojo, que desemboca en Bagua. Quizá eso le sirva para meditar su defensa frente a los juicios que le esperan.
García, así como los beneficiarios de su política contra la Amazonía, deberían estudiar no sólo los expedientes del juicio de los indios de Estados Unidos. También deberían colocar bajo examen el proceso que la comunidad indígena de Ecuador le ha ganado a la petrolera Chevron, la cual deberá pagar 18 mil millones de dólares por contaminar el Amazonas.
El Amazonas, que García trata como si fuera un bien mostrenco, una tierra de nadie.
La conducta de la Chevron en el caso es aleccionadora. Primero aceptó que se viera en la justicia ecuatoriana. Pero se largó a Estados Unidos cuando vio que sus mañas no funcionaban y que le iban a imponer la multa, por haber arrojado deliberadamente miles de millones de desechos tóxicos en el Amazonas, causando elevados índices de Cáncer y otras enfermedades entre los indígenas.
Ahora, el gobierno de Ecuador ha entablado juicio a la Chevron ante la justicia estadounidense.
Una corte de Nueva York estudia el síndrome del perro bravo de la depredación y la contaminación.
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