.Por Antonio Zapata
Cien años atrás, José de la Riva Agüero sustentó su tesis doctoral titulada precisamente La Historia en el Perú. Fue un trabajo original, centrado en un género entonces desconocido, llamado historiografía. Esto es, un estudio de la historia a través de las obras de los historiadores. Aquí la materia prima no son los hechos, sino la interpretación de los estudiosos. Por lo tanto, se busca revisar críticamente los puntos de vista elaborados para entender las situaciones más saltantes. Armado con este enorme propósito, Riva Agüero redactó una tesis muy sólida, enjuiciando la historia nacional y recomendando soluciones para lograr su grandeza.
La etapa republicana es evaluada a partir de las obras de Mariano Felipe Paz Soldán y Manuel de Mendiburu. Con respecto a la independencia, considera que debió haberse establecido una monarquía, al igual que en el Brasil, donde obtuvo buenos resultados.
Más adelante, lo encontramos defendiendo la Confederación Perú-Boliviana, argumentando, de una manera semejante al presidente electo Ollanta Humala, que Bolivia y el Perú eran partes lamentablemente separadas de la misma nación.
Luego, critica la visión antipierolista de Paz Soldán y defiende al caudillo demócrata durante la guerra con Chile. Riva Agüero sustenta que, después de la caída de Lima, el Perú hubiera debido rendirse, que en esa dirección se orientó la clase alta civilista, al nombrar como presidente a Francisco García Calderón en la Lima ocupada por el ejército de Chile. Por lo tanto, si hubo resistencia nacional fue gracias a la decisión de Piérola de marchar a las montañas y en su condición de presidente del Perú llamar a la lucha contra el invasor. En esta interpretación, en el nacimiento de la resistencia, Andrés A. Cáceres fue un general clave, pero al servicio de un gobierno comandado por el “Califa”.
Esta visión positiva de Piérola se redondea con una apreciación elogiosa de su gobierno de 1895-1899, que habría establecido las bases del crecimiento de la economía y del desarrollo político democrático del país. De acuerdo a Riva Agüero, el país tenía una oportunidad para resolver problemas graves y acuciantes, que se venían arrastrando desde su cuna.
El gran tema era la cuestión indígena. El Perú era demasiado fragmentado y los indios no tenían sitio en la nación que se había conformado desde la independencia. La solución era el mestizaje. Por ello, los primeros capítulos de la tesis contienen un elogio muy trabajado del Inca Garcilaso de la Vega, concebido como el temprano prototipo del mestizo peruano, que fusiona la sangre inca con la española. Un aristócrata por ambas ramas.
Al igual que en el caso personal de Garcilaso, el mestizo propuesto por Riva Agüero adquiría la cultura occidental, pero no para ignorar las cosas de la tierra. Por el contrario, este nuevo mestizo estaría interesado en dirigir el país. El Perú necesitaba orden, porque constantemente caía en explosiones de descontento y desgobierno. Ese orden provendría del mestizo, que tendría luces provenientes de la civilización cristiana y las aplicaría a conducir a nuestro país, difícil por lo distinto y contradictorio.
De este modo, Riva Agüero fue uno de los defensores de la homogeneidad, como procedimiento para fundar la peruanidad. Su planteamiento era borrar las diferencias disolviéndolas en un solo tipo nacional. A diferencia de nuestros días, en que valoramos la diversidad, Riva Agüero y sus compañeros de generación buscaron al mestizo como prototipo que sintetice la experiencia nacional.
No lo hallaron y los intelectuales más diversos estuvieron anhelándolo durante décadas, hasta que olvidamos la idea y la invertimos, apreciando ahora la heterogeneidad en forma positiva
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