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.Por Antonio Zapata
Un libro editado por Sara Beatriz Guardia trata sobre la participación femenina en la independencia latinoamericana. En sus páginas, aparece el colapso del antiguo régimen colonial que abrió puertas para la ruptura del tradicional encierro femenino en la unidad doméstica. En ese momento, las mujeres organizaron tertulias para fomentar la nueva vida política, tomaron la pluma y, en ocasiones, acompañaron la lucha, participando de la guerra. Toda época revolucionaria estimula a los sectores subalternos, que encuentran ventanas para desplegar sus ansias de poder y reconocimiento.
Además, la independencia fue una época singular, porque terminó con la división en dos sociedades separadas legalmente, una para indios y otra para blancos. Por primera vez en la historia, el país se organizaba con base en la igualdad jurídica. Algunas mujeres entendieron que ese discurso igualitario no se reducía a los varones, sino que también las incluía. Personajes como María Parado de Bellido o Manuelita Sáenz son imposibles en la era colonial y corresponden plenamente al cambio de época que fue la independencia.
Las mujeres latinoamericanas empezaron a ocuparse del poder, aunque, avanzado el siglo XIX, la sociedad patriarcal recuperó sus fueros. Así, la relación entre los géneros en la esfera política ha variado en forma ondular y por momentos las mujeres han estado muy cerca de las instancias de decisión, mientras que, a continuación, las fuerzas conservadoras volvían a encerrarlas a criar hijos.
Una fecha crucial de este proceso es 1956, cuando la mujer obtuvo el voto y se eligieron las primeras congresistas. Desde entonces, el número de congresistas ha variado, aunque en el Parlamento que se inicia se registra menor número de mujeres, incluso menos que en la década de 1990.
Con el primer gobierno de Alan García, las mujeres llegaron al gabinete y aparecieron las ministras. En este segundo mandato que está terminando, nuevamente García ha sabido trabajar con bastantes mujeres en la conducción de los ministerios. Ellas han sido buenas colaboradoras suyas, al punto que Rosario Fernández ha sido su última premier.
Así, la inclusión femenina en instancias de poder ha venido siendo parte de las costumbres políticas nacionales, poniéndonos a tono con la práctica internacional. En efecto, en países que se asumen como modernos y desarrollados, incluso nuestros vecinos latinoamericanos, es frecuente que las mujeres lleguen a ocupar la mitad de los ministerios o cuando menos una cuarta parte.
Ante esta realidad, sorprende que en el gabinete de inauguración del presidente Humala apenas aparezcan tres mujeres, una sexta parte del total. Sobre el Mimdes, además, se han producido anuncios confusos, que indican su desaparición en el plazo de un año, para dar paso a un nuevo ministerio que dejaría de llamarse de la “mujer” y se especializaría en programas sociales. Pareciera que la mujer vuelve a ser invisible en las altas esferas.
Sin embargo, la fortaleza principal de Ollanta Humala es una relación de pareja muy sólida con Nadine Heredia, quien comparte su pasión por la vida política. Cuando el gobernante considera el intelecto de su esposa, normalmente las mujeres avanzan hacia el manejo del poder.
En el Perú actual existen muchas profesionales de primer nivel que están calificadas para tomar decisiones y ejercer el mando. Es más, habitualmente se piensa que las mujeres son más honestas y, en consecuencia, más capacitadas para dirigir los negocios comunes de la sociedad. Por ello, la ciudadanía vería con buenos ojos una mayor apertura a mujeres de posiciones políticas significativas y no solo como subalternas, mostrando la capacidad del Estado para incluir al 50% del país. ¿Será para el siguiente gabinete?
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