Afrodescendientes y Medicina Peruana
Afroperuano/a es un término que designa a la cultura de los descendientes de las diversas etnias africanas que llegaron al Perú durante la Colonia, logrando una uniformidad cultural.
Primeros afroperuanos
La población afroperuana se halla, principalmente en la costa surcentral, especialmente en Lima, Callao, y en las provincias de Cañete, Chincha, Ica, y Nasca. El otro segmento importante de población afroperuana se encuentra en la costa norte ubicada mayoritariamente en la zona septentrional, entre Lambayeque (Zaña, Cayaltí), Piura y en menor medida Tumbes. En Piura se encuentra Yapatera, la ciudad con el mayor porcentaje de población afroperuana del país.
Los términos afroperuano y afroperuana están más relacionados con la cultura desarrollada por los actuales descendienes de los negros coloniales que con un concepto puramente étnico, ya que las poblaciones africanas que arribaron al Perú durante la Colonia experimentaron a través de los siglos un profundo mestizaje con la población criolla y nativa.
Se estima que el total de la población de origen afroperuano oscila en 7% del total nacional, la mayoría se encuentra amestizada, es decir, zambos, mulatos y negros conforman un 7% del total nacional.
Ya en un artículo anterior, se relata la historia y vida de quizás, el primer afroperuano que utilizó la medicina con destreza, aunque sin los estudios científicos rigurosos, Fray Martín de Porres ("El Enfermero Martín").
El Dr. Uriel García Cáceres, médico, investigador científico, político e historiador de la medicina peruana, hace una entrega publicada el día de ayer en el Diario "El Comercio", sobre la historia de los afrodescendientes en la medicina peruana; que como sanadores, aunque poco se mencione, durante el Virreinato y en la época republicana, hasta mediados del siglo XIX, jugaron un papel importante como profesionales de la salud. Aquí colocamos el texto completo de su artículo:
Desde la época de los reyes católicos se prohibió, en España, el ingreso a las universidades a los no descendientes de españoles. Esto para imposibilitar que judíos y árabes se titulasen como profesionales de cualquier clase. Resultaba, sin embargo, que los mejores médicos, sobre todo los que atendían a la nobleza, pertenecían a esas etnias.
La especialización
En España, y solo allí, las profesiones médicas se clasificaron como: doctores o físicos –el grado máximo–, eran sometidos a examen después de estudiar en la universidad; cirujanos latinos: obtenían grado de bachiller en una universidad con dominio del latín –la lengua académica–, además, aprendían anatomía y la supuesta curación de las enfermedades de la piel; cirujanos romancistas: una suerte de enfermeros sin autorización para recetar ni manejar el latín; finalmente los sangradores: que seguían un curso de reconocimiento de las venas superficiales para extraer sangre del sitio escogido y en la cantidad indicada por el médico tratante. Esto diferenció a los españoles del resto de países en los que cirujanos podían ser barberos.
San Fernando: formador de médicos en el Perú
Protomedicato peruano
En nuestro país, con varios siglos de adelanto, se creó una institución descentralizada que calificaba a los profesionales de la salud y vigilaba su adecuado comportamiento. Estos fueron los llamados Tribunales del Protomedicato. Los historiadores desconocedores del protomedicato creen que en España y sus colonias los cirujanos eran solamente barberos y sangradores.
En América, sin embargo, se cometía la injusticia de exigirse un ominoso certificado de pureza de sangre, para entrar a la universidad y poder obtener los títulos de doctor o cirujano latino, pues no podían admitirse a personas que “avergonzaran” a sus compañeros por pertenecer a castas inferiores (como reza textualmente una pragmática de Felipe III, del siglo XVIII).
Médicos de estas tierras
Pese a todo, en las colonias españolas de América, y en especial en el Perú, ocurrió algo singular. Los afrodescendientes fueron admitidos para obtener el título de cirujano latino, profesión que casi ningún criollo deseaba (los hijos de íberos puros no deseaban ser cirujanos latinos).
Los únicos blancos fueron los cirujanos españoles adscritos a los batallones militares de ocupación. Para atender la demanda por este tipo de profesionales, el Real Protomedicato de Lima tuvo que admitir a los descendientes africanos como cirujanos latinos.
Por alguna razón, quizá por la innata habilidad manual, se prefirió a los afros para amputar piernas o brazos, drenar panadizos, suturar piel y tejidos desgarrados o practicar necropsias. No se hizo lo mismo con los amerindios o sus mezclados.
Hijo de esclavizado
Pedro de Utrilla ‘El Joven’ fue un cirujano latino graduado en San Marcos, hijo de un esclavo liberto de quien se dice que fue también cirujano (aunque no hay pruebas como sí las hay de ‘El Joven’).
Ejerció su profesión brillantemente, con fama y prestancia. Sus sucesores constituyeron una tradición de cirujanos de esa etnia hasta mediados del siglo XIX. Existe prueba documental de las importantes operaciones y autopsias que realizó DeUtrilla en Lima.
Fue el único que se salvó de la diatriba mordaz de Caviedes, quien le compuso un vejamen –texto burlesco que se redactaba para un recién graduado– en el que alabó sus virtudes sin dejar de zaherirlo con maestría:
A una mujer abrió en suma
Por la parte que no cierra
Y una piedra le sacó
Que pesaba libra y media
La mujer no murió, por
Estar de Dios que viviera […]
El ‘Cachorro’, como motejó De Utrilla al poeta, fue un notable cirujano con bien ganado prestigio. Hay que destacar que esto mismo no ocurrió en otros lares. En Norteamérica hubiese sido imposible que un africano ejerciera legalmente la profesión médica.
Dr. Eugenio Espejo
El doctor Espejo
El doctor Eugenio Espejo, de nombre “remodelado” para bautizarlo (en realidad Eugenio Francisco Xavier de Santa Cruz y Espejo), fue un sobresaliente hombre –mitificado y desfigurado– que hasta en sus retratos aparece cambiada su apariencia facial.
Fue hijo de un indio quechua de Cajamarca –Luis Chuzigin– y de una esclava liberta –Catalina Aldás– de Quito.
Espejo fue prócer médico y de la libertad de la entonces Capitanía de Quito, primero en el virreinato, del Perú y luego de Nueva Granada.
Vivió en los tiempos de Unanue y aunque no hay evidencia de que se conocieran, ambos postularon los cambios climáticos como factores en la génesis de enfermedades. Murió en prisión por ser un sincero anticolonialista.
Profundizar estudios
Hay pocos datos concretos sobre los médicos de ascendencia africana. El primero que se encuentra –gracias al gran historiador Guillermo Lohmann Villena– es el doctor Juan Llano Jaraba, quien en 1695 obtuvo la borla doctoral. Era hijo ilegítimo de un noble español y de madre cuarterona (hija de español con mestiza).
El virrey Conde de la Moncloa ordenó al protomedicato dispensarlo del certificado de pureza de sangre por su sobresaliente rendimiento académico. No hay bibliografía sobre él, pero sí evidencia documental de que durante varios años fue protomédico y catedrático. Juan del Valle y Caviedes lo menciona hasta tres veces y en su famosa obra manuscrita “Hazañas de la Ignorancia”, lo atacó en una extenso Romance, diciendo que solicitó a Llano curarle una fiebre terciana y criticó despiadadamente sus recetas.
El gran Dávalos
José Manuel Dávalos (1758-1821), hijo de un importante español con una esclava liberta, fue –como Hipólito Unanue– seminarista y cursó latinidad, filosofía y artes. Pasó a San Marcos para cursar la carrera de cirujano latino (la única que podía seguir). Su padre pidió permiso para que viajase a Europa, donde ingresó a la prestigiosa Universidad de Montpellier, Francia, y fue discípulo de prominentes figuras científicas, como Lavoisier.
Se graduó con honores con una tesis sobre las enfermedades vistas en Lima durante su ejercicio. Su tesis, en correcto latín, fue publicada en francés por varias revistas científicas. En Montpellier siguió cursos de botánica médica. De vuelta a Lima fue maltratado por la universidad y recurrió a la Corte Real para revalidar su título francés de doctor.
Al crearse la cátedra de botánica médica se presentó al concurso, pero perdió ante un dibujante (ex soldado raso de un regimiento español sin título académico), protegido de Unanue. Aceptó enseñar gratis mientras durase la ausencia del titular que trabajaba dibujando para una misión botánica.
Cuando Hipólito Unanue intentó ser protomédico, la universidad utilizó a Dávalos para contrarrestarlo. El currículo del doctor era imbatible y la universidad lo nombró provisoriamente. El virrey Abascal, entonces un virtual rey de la América del Sur hispana, colaboró con Unanue para atropellar a la universidad y al doctor Dávalos. Unanue fue nombrado protomédico por decreto virreinal y sin concurso. El único médico peruano alabado por Alexander von Humboldt fue este afroperuano.
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