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.Por Carlos Castro
La noticia llegó cerca de las 3 de la madrugada del último jueves, cuando la edición ya estaba en prensa: El acuerdo con las mineras se cerró a las dos de la madrugada. Horas después, el premier Salomón Lerner lo confirmó en su primer mensaje ante el Congreso. El reporte publicado por este diario revela que las negociaciones, entre el gobierno y los empresarios mineros, fueron difíciles, duras y cargadas de tensión, en las que la palabra final la tuvo el presidente Humala. Los mineros no querían pagar más de mil millones de soles al año, y el principal argumento, según decían era que si en el gobierno aprista aportaron más de 2 mil millones con el famoso óbolo voluntario (el monto total en el quinquenio de García fue de 2 mil 283 millones de soles) por qué debían entregar ahora hasta cinco veces más. Al final doblaron el codo y firmaron el Acta de Entendimiento.
Para lograrla, el gobierno, con espíritu concertador, también bajó sus expectativas iniciales de 5 mil millones de soles al año a 3 mil millones, eliminó la denominación impuesto a las sobreganancias, cambiándola por gravamen (tomando como base las utilidades operativas) y reiteró por escrito su respeto a los contratos de estabilidad que tienen varias mineras. Pero aclaró que los futuros proyectos mineros estarán también sujetos a este gravamen. Los empresarios mineros dejaron por su lado a sus “tradicionales” voceros, que anduvieron muy activos durante el quinquenio aprista, y se metieron –con su presidente, Pedro Martínez– a negociar en directo. Sabían que si el país ha votado por el cambio en democracia su actitud debe ser diferente y que no pueden seguir ofreciendo migajas frente a los miles de millones de dólares que obtienen anualmente en utilidades. Un ejemplo: cinco de las empresas mineras lograron en el quinquenio del 2005 al 2010 utilidades netas por más de 24 mil millones de dólares, según cifras oficiales de la SNMPE. Negarse esta vez habría sido una burla.
Es, sin duda, un buen acuerdo. No con una pistola en mano, como insinuó un dirigente aprista, sino con algo simple y fundamental que le faltó a García frente al gran empresario: decisión política. El líder aprista se contentó, como bien lo sintetizó Lourdes Flores, con pasar el sombrero ante los empresarios, en lugar de actuar como mandatario (para cumplir con el mandato del pueblo) y exigir lo que por justicia le correspondía al país. ¿Imaginan cuántas postas, hospitales o colegios, etc., se podrían haber construido con una contribución adicional de 10 mil millones de soles?
Es indudable que el aporte anual de 3 mil millones de soles será de gran ayuda para los programas de inclusión social en los que está comprometido el gobierno de Humala. Y así lo han expresado los mineros. Pero los problemas van más allá. Son estructurales y vienen de hace décadas. El premier Lerner los graficó y planteó metas de gobierno sumamente ambiciosas. ¿Las cumplirán? Difícil, pero lo importante es ponerlas en marcha. Acabar con la desnutrición infantil o reducir la mortalidad infantil, o universalizar la educación inicial, combatir la inequidad, la pobreza extrema que está por encima del 60% en el área rural, y poner al Estado al servicio de una sociedad más segura y equitativa, son grandes retos.
Voluntad hay, por lo menos por lo visto hasta ahora. Decisión política también. Los cuadros que se están integrando al sector público son profesionales de reconocida solvencia y honestidad. Con el nuevo gobierno hay, ahora sí, un nuevo estilo de gobernante. De hablar poco, a diferencia de García que se robaba todos los micros y tenía a sus ministros de teloneros. Ahora, los ministros son los protagonistas de sus respectivos sectores. Solo esperemos que el Presidente no opte por silencios prolongados y termine atrapado en Palacio. Algo que prometió no hacer. Hasta el próximo domingo.
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