En las tres últimas gestiones presidenciales, desde 1995, nuestra economía se ha duplicado. Durante la gestión Fujimori (1995-2000) el PBI creció 28% en total, luego en la gestión Toledo (2001-2006) el PBI creció 31%, y finalmente en la gestión García (2006-2011) el PBI creció 28%. Conviene hacer la salvedad de que las “mejoras metodológicas” aplicadas desde el 2006 han sido excluidas para poder hacer comparables estas tres gestiones presidenciales.
Pero este crecimiento económico no fue uniforme durante los cinco años. Durante el gobierno de Fujimori se registró un máximo de 10% al inicio de su segunda gestión, como resultado del impulso fiscal que facilitó su reelección, y llegó a un mínimo de -1% en su cuarto año de gestión. Durante la administración Toledo, el máximo fue alcanzado en el último año de gestión, con un 7%, y el mínimo en su tercer año, con un 3%. Y durante el mandato de García alcanzó un máximo de 9% en su tercer año de gestión y un mínimo de -3% en su cuarto año.
Es importante observar cómo en la gestión García la distancia entre el máximo y el mínimo es de 12 puntos, mientras en la de Toledo fue de 4 puntos. Es decir, la variabilidad del crecimiento fue el triple con García que con Toledo, y esta variabilidad perjudica las expectativas porque el futuro se torna incierto y difícil de planificar. El problema central a analizar es la predictibilidad de la incertidumbre.
Como se puede ver en el gráfico, nuestro país tiene al presente un techo natural de crecimiento de 6%, y cuando este techo se rebasa, inevitablemente se observa una reducción profunda de la actividad económica. Durante el último año de la gestión Toledo y el primer año de la gestión García, el PBI oscilaba entre 6% y 7%, lo que constituye nuestra velocidad máxima de largo plazo, pero durante el segundo año de la gestión García, el PBI se incrementa innecesariamente de 6% a 9%, para luego tener una caída estrepitosa a -3% en tan solo 15 meses.
Por ello la crisis económica mundial que empezó en 2008 tuvo un efecto amplificado, ya que teniendo una economía sobrecalentada al 9%, la reducción de la demanda mundial de nuestros bienes tuvo un impacto mayor al natural. Pero lo peor es que la gestión García volvió a recalentar la economía en su último año de gestión, y la presente crisis económica mundial volverá a tener un impacto amplificado en lo que va de este año hasta mediados del próximo.
Nuestra economía está inevitablemente atada a la economía mundial en mayor o menor grado desde los tiempos de la Colonia. Después de la hiperinflación de los 80, este vínculo con la economía mundial se ha acentuado, por ello forzar que nuestra economía crezca por encima del 6% es la mejor receta para el desastre, y cuando la presente crisis económica termine, lo último que debe ocurrir es repetir los errores megalómanos de la gestión García.
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