PURUCHUCO, la hilacha del descontento
Puruchuco, sin haber sido cortado, ya es otra herida más. Nos involucra a todos, ciudadanos, medios de comunicación, autoridades. Y nos cuestiona a todos, porque no se percibe una acción concertada para proteger y salvaguardar.
Nos involucra como ciudadanos porque hemos crecido sin ver. No conocemos la importancia y el alcance que tuvo nuestro pasado limeño prehispánico y, en consecuencia, vivimos como si fuera un estorbo. Como si para avanzar, Lima necesitara destruir.
En los medios de comunicación, una limitada sensibilidad y poca información para lidiar con temas de protección de patrimonio, produce una cobertura débil. Y las autoridades, que poco se preocuparon de enseñarnos de una manera digna y seria sobre nuestro herencia prehispánica, actúan a veces con ignorancia, otras por codicia o de maneras contradictorias, cuando actúan.
LA IMPACIENCIA
Este caso es emblemático. Cuando conversé con el arqueólogo Luis Guillermo Lumbreras, considerado uno de los mejores y más respetados arqueólogos del país, tuvo que admitir que efectivamente él había firmado la cuestionada resolución 268 del INC que aprobó los planes de ampliación de la Av. Javier Prado a tajo abierto.
Cuando le pregunté sobre tamaña contradicción, dado que él sostiene que la solución es hacerlo construyendo un túnel por debajo, solo atinó a decir "es que la firmé sobre el supuesto que la mejor opción seguía siendo el túnel". Pero en el documento no hay mención alguna a la opción alternativa.
Lo que es diferente hoy es el momento que vivimos. Quizás, como dijo la protomora cultural Anahí Vásquez de Velasco, que ha convocado a una marcha por el patrimonio el 31 de octubre, "es que ya estamos hartos".
LIMA EN LAS REDES
Quizás porque Lima ha empezado a llamar la atención de una creciente cantidad de población en internet y en las redes sociales.
Quizás porque hay una cultura más democrática, donde se puede y debe exigir a sus autoridades que esta vez no estamos dispuestos a que nos quiten memoria.
Por lo que sea, el limeño hoy parece harto de la indiferencia ante la constante y progresiva mutilación de su ciudad, de su memoria, de su futuro.
ALCALDES PERPETRADORES
No me sorprendería si un análisis de la situación concluyera que son los alcaldes distritales los que más daño están haciendo, al permitir lo que se levanta en sus jurisdicciones. Ninguno parece haber desarrollado un plan de protección de patrimonio local.
Por el contrario, su mal entendida noción de modernidad los ha llevado a dar luz verde a horrores urbanos como los que se ven sobre la Av. Arequipa, o la Av. San Felipe, y muchas otras.
Miraflores, por mencionar un lugar emblemático de la ciudad, tenía barrios enteros con encantadoras muestras de arquitectura temprana del siglo XX, que le daban originalidad y atractivo.
Hoy eso viene siendo reemplazado por muros, paredes anónimas, rejas anodinas e hileras de púas, que hacen de la ciudad un lugar ajeno, inhóspito. Sin ningún respeto por la memoria de ese momento que ayudó a definir lo que el distrito es hoy.
EL VALOR DE UN MOMENTO
Hace unos meses entrevistaba a la alcaldesa de Montevideo, Ana Olivera. Ahí, el legado que protegen con dientes y uñas no tiene más de 150 años de antiguedad. Buena parte de eso es arquitectura local, sencilla, sin ningún otro mérito que tener más de 100 años. Y está fuertemente protegida por ley.
Cuando le pregunté por qué ese celo, su respuesta fue simple: "porque representa un momento en la vida de la ciudad. Nos recuerda cómo vivíamos entonces".
Me dio vergüenza decirle que en Lima tenemos arquitectura monumental de más de 4.000 años de antigüedad. Y que no sabemos protegerla.
EL SILENCIO
En Lima quienes autorizaron estas mutilaciones, como la misma de Puruchuco, fueron personas "cultas". Aquí lo que mantiene su vitalidad es la tradicional cultura del 'yo hago lo que quiero', y 'no me importa el otro'. Este parece ser el único legado que hemos defendido y protegido por siglos.
Porque a todos nos conviene en algún momento.
La ministra de Cultura hace poco dijo que hay que preservar el patrimonio arqueológico, pero prefirió no hablar para la nota que publiqué hace unos días en El Comercio. ¿Estaban analizando la situación? Pudo decir eso, pero tras dos días de insistentes llamadas, nada.
Mientras tanto, la poblacíon la veía por televisión en Mistura, la veía en alguna inauguración de arte, o la veía cantando descalza con una frazada.
EL FUTURO EN NUESTRAS MANOS
Pero parece que vivimos un momento diferente. Esta semana, un colectivo de artistas y ciudadanos preocupados por el patrimonio organizó un plantón frente al ministerio. El próximo mes tendremos una marcha. Y en las redes sociales va en aumento la discusión sobre estos temas. Va creciendo el interés y el hartazgo.
Quizás ahora, que no somos un país (completamente) muerto de hambre, podemos volver a mirar a nuestra herencia cultural y decir aquí hay algo que nos importa, que nos refleja a todos, y creemos que vale la pena cuidar.
Quizás lo que vemos es el inicio de una nueva manera de ponernos de pie, de decirle a los que tienen capacidad decisión: estamos hartos y no queremos más indiferencia. Hagamos algo, juntos.
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