Si Rogelio Condoray Ccente estuviera vivo tendría ahora 30 años de edad, sería un respetable campesino en la comunidad de Putis, quizá con 7 hijos y una gran dote de ganado, pero ese futuro fue truncado por un grupo de militares que le arrebató la vida. Ayer su mamá Guillermina tuvo que pararse firme ante su ataúd, esperando el turno para darle cristiana sepultura, no como la que le dieron aquellos militares, en una falsa piscigranja, el 13 de diciembre de 1984.“Por qué pasó esto papá, no lo entiendo”, dijo Guillermina hablándole al féretro. Luego su dolor aumentó cuando enterró a su otro hijo, Octavio, quien tenía de 10 años, y su pesar se multiplicó cuando sepultó a otros once familiares entre sobrinos, hermanos y cuñados. Como Guillermina nadie en Putis entiende aún por qué ocurrió la masacre. Los deudos sólo sabían ayer que era el momento, después de 25 años de espera, de enterrar a sus muertos en el camposanto de la localidad de Rodeo, construido con el apoyo de entidades privadas y el pueblo ayacuchano.A pocos metros de Guillermina, Leonilda Curo Soto también enterró a su madre y sus dos hermanas. “El día que ocurrió la matanza yo no estaba en Putis, me habían mandado lejos a pastar ovejas, por eso me salvé. De lo contrario, yo también hubiera muerto ese día”, dijo Leonilda, quien es considerada por otros comuneros como una privilegiada porque, además de haberse salvado, ella pudo recuperar a sus muertos para llorarlos. Frente a los nichos eran muchas más las personas que no sabían a quién sepultar.De los 92 restos enterrados ayer, sólo 28 fueron plenamente identificados. Sesenta y cuatro cajones fueron enterrados con códigos en la tapa. Un CE escrito en el cajón significaba que el ataúd contenía un Cuerpo Entero, un PC contenía Partes de Cuerpo y un C un Cuerpo con algunos huesos faltantes. Así lo explicó Raúl Greenwich, integrante del Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF), institución que el año 2008 inició las exhumaciones de los restos en Putis. Aún sin saber a quién enterraban, los deudos estuvieron allí presentes, creyendo que en alguno de esos cajones estaba su hijo, su hermana o quizá su padre. “Este, ese, ella es”, decían con convicción mientras introducían cualquier ataúd a cualquier nicho, en un intento por aplacar su dolor.Hay esperanzaSegún Germán Vargas, director de la ONG Paz y Esperanza, el entierro fue un acto simbólico, un primer paso, pues alcanzar justicia es el punto final de un largo camino. “Hoy (ayer) le decimos adiós a nuestro familiares. Estamos cerrando un capítulo, el del ansiado entierro digno, pero hay la esperanza de alcanzar justicia, queda mucho camino por recorrer y no vamos a detenernos hasta alcanzarlo. El Estado debe reivindicarse con los deudos, el Ministerio de Defensa debe entregar la información para condenar a los autores materiales de estas muertes”, sostuvo Vargas. A su vez, Fernando Carvalho, quien asistió al sepelio en representación de Salomón Lerner, coincidió en que este acto simbólico es de gran importancia para reparar la memoria y aliviar en algo el sufrimiento de los deudos. “Este es un acto simbólico de respeto a la memoria humana, ser sepultado. Quisiera tener más que lágrimas para entregarles, pero me siento bien al ver que los deudos no han perdido las esperanzas ni la fe en nuestro país”, apuntó. ReparacionesEn tanto, Jesús Aliaga, secretario ejecutivo de la Comisión Multisectorial de Alto Nivel (CMAN) que ejecuta un plan integral de reparaciones, señaló que el entierro fue un acto histórico y no dudó en pedir perdón a los deudos en nombre del Estado, actitud que fue tomada de buena manera por todo el público reunido en el camposanto de Rodeo. “Este es un acto histórico. Este es un acto de reparación simbólica. Como funcionario del gobierno les pido perdón y les anuncio que hay 14 comunidades ayacuchanas que próximamente recibirán reparaciones colectivas y debo decir que el próximo año comienzan las reparaciones individuales”, afirmó. Quien también llevó un mensaje alentador fue Rafael Goto, miembro del Consejo Nacional de Reparaciones. Pidió perdón a los deudos, en nombre del Estado, y entregó a 123 deudos certificados que acreditan que están incluidos en el Registro Único de Víctimas para que puedan recibir reparaciones. “No queremos olvido sino justicia, por eso les pido perdón por haberlos hecho esperar tanto”, indicó Goto.En Putis Los pobladores jóvenes de la comunidad de Putis están regresando, ellos son ahora profesionales que quieren trabajar en su tierra donde nacieron y llevar algo de desarrollo. Ven como una trágica ironía la piscigranja que el gobierno les ha construido como forma de reparación colectiva, pues sus familiares desaparecidos fueron hallados precisamente en una supuesta piscigranja.Han construido una posta de salud, que aún no tiene médicos y una escuela, aún sin maestros. Tampoco tienen agua potable ni electrificación, pero tienen muchos proyectos que esperan concretar muy pronto. En diciembre cuando se cumpla un año más de la matanza inaugurarán un monumento justo en la fosa en la que fueron enterradas las víctimas, como una señal de que crímenes como el sufrido no deben repetirse. Marcelo Puelles Enviado especial
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