domingo, 8 de noviembre de 2009

La Tierra no tiene repuesto


Los asuntos que se verán en Copenhague nos incumben a todos. El reto es lograr un acuerdo global. Se requieren el acercamiento de posiciones políticas encontradas, compromiso con el futuro, flujos de inversiones, modificaciones en las políticas públicas y de nuestras propias costumbres.
Por: Vanessa Vereau Ladd*
Los compromisos en Copenhague deben empezar por los países desarrollados, históricamente responsables de emitir la mayor cantidad de gases de efecto invernadero (GEI). Son quienes debieran reducir sus emisiones de GEI y proveer de recursos financieros y tecnológicos para que los países en desarrollo puedan cumplir su parte, y adaptarse a los cambios que ya se están dando.
El costo del descuido
Según el cálculo preliminar de la Secretaria de la Convención de Cambio Climático, un país en desarrollo requiere alrededor de 84 millones de dólares anuales para cubrir los costos de la mitigación, hasta el 2030. Es fundamental, por ello, lograr la generación del financiamiento para que países como el nuestro puedan reducir sus emisiones y adaptarse, asegurándose de que estos mecanismos financieros o acuerdos de cooperación no signifiquen barreras comerciales ni reduzcan nuestra competitividad.
Buena acogida
Afortunadamente, el tema financiero, pese a ser elevado, ha tenido acogida en los políticos. Gordon Brown, primer ministro británico, en su “Hoja de ruta a Copenhague” incluye una propuesta para recolectar 100 mil millones de dólares anuales para financiar medidas de mitigación y adaptación, especialmente en los países más pobres que sufren sequías, inundaciones, deforestación y aumento en el nivel del mar. Esto, sumado a lo planteado por el presidente Alan García, imponerle una tasa de US$0,5 al barril de petróleo, podrían ser las fuentes de financiamiento. Se debe constituir, además, un fondo internacional para reforestación y conservación de bosques.
Avanzar de la mano
El compromiso de los países desarrollados debe ir acompañado de una acción concreta de los países en desarrollo. La meta es reducir conjuntamente en 30% las emisiones actuales, con cambios sostenidos traducidos en políticas, con nuevas tecnologías y generando nuevos puestos de trabajo. Políticas donde el Perú ya está avanzando, como las relativas a la eficiencia energética, el uso de energías renovables, de conservación y manejo sostenible de bosques. Debemos seguir trabajando en programas de adaptación, sobre todo en el sector agrario, para desarrollar y reducir la pobreza, revalorizando nuestros saberes tradicionales: andenería, “cosecha” de agua, como la promovida por Agrorural en las comunidades más alejadas.
El cambio en nosotros
Todas estas políticas requieren de grandes cambios en cada uno de nosotros. Son necesarios cambios en nuestros patrones de consumo, medidas simples como usar focos ahorradores, entre otras. Una empresa en bancarrota puede reflotarse, pero al clima no le podemos pagar para que deje de cambiar. La Tierra es el único planeta que tenemos, no hay uno de repuesto.
Cambio que se ve
Un paseo por nuestra Cordillera Blanca nos permite ver algunos efectos del calentamiento global. Esta cordillera cada vez se asemeja más a su vecina, la Cordillera Negra, debido al retroceso de sus glaciares (más de 20% en 10 años). Los cambios de temperatura obligan a los productores a adaptarse a nuevas temporadas de siembra y cosecha. El Perú no puede permitir que la temperatura se eleve más de 1.8 ºC, pues se generarían graves problemas.
[*] Ingeniera forestal. Ex viceministra de Desarrollo Sostenible Estratégico de los Recursos Naturales, del Ministerio del Ambiente, ex viceministra de Agricultura. Integró equipo negociador peruano ante la Convención de Cambio Climático de Naciones Unidas.

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