De La Cantuta a Trujillo, ¿se aprendió la lección?
Algunas reacciones al destape del escuadrón de la muerte en Trujillo invitan a pensar que siempre hay el riesgo de tropezar dos veces con la misma piedra, pero que esto no debiera ocurrir cuando el tropezón anterior ha sido reciente y la piedra es tan grande.
La investigación de Ricardo Uceda, publicada en Poder, ofrece indicios sólidos de que unos cincuenta delincuentes muertos a balazos por la policía de Trujillo, entre los años 2007 y 2008, con un mismo patrón, fueron realizados por un escuadrón que aplicó un plan de ‘limpieza social’ financiado por empresarios de la ciudad y con la bendición de algunos en el gobierno.
El presidente de la región, José Murgia, indica que “decir que existe algo así es parte de una mente febril o de una estrategia para neutralizar a la policía o beneficiar de cierto modo a alguien”, y el premier Javier Velásquez Quesquén cree que son “ideas fantasiosas” y que, “como ya no tienen temas que cuestionarle al gobierno en su manejo económico, buscan poner en tela de juicio los valores democráticos que desarrollamos”.
El presidente Alan García, más mosca y curtido, sabe –por experiencia propia– que estas denuncias pueden perseguir de por vida. Por ello, consciente de eventuales procesos judiciales futuros, lanzó una respuesta alambicada. Empezó señalando que “en el Perú no ha habido, ni hay ni habrá ningún escuadrón de la muerte que extermine criminales” (¿y qué fue, entonces, la ‘banda del besito’ de los años ochenta), para agregar que “hasta donde conozco no hay escuadrón de la muerte” y concluir con un pedido de mayor información del problema.
Fuera del gobierno, han respondido los medios con vocación reconocida por no respetar el debido proceso ni los derechos humanos. Estos coinciden con un sector de la gente harta de la delincuencia y que respaldaría un escuadrón mortal.
Los delincuentes son una lacra pero no se puede responder con sus mismos métodos. Claro que la policía debe estar facultada para usar las armas ante ellos, pero de un modo regular. Asimismo, el debido proceso es una institución fundamental para una sociedad civilizada y un escuadrón de la muerte solo acaba produciendo más violencia y vinculándose a los más malos y ricos del barrio, como el narcotráfico.
Esta es una historia, además, que ya la hemos vivido. Así, es imposible pasar por alto algunas similitudes entre lo ocurrido en La Cantuta, hace casi dos décadas, y lo sucedido ahora en Trujillo: grupo informal dentro del gobierno (antes Colina), indignación ciudadana (antes por el terrorismo, hoy por la delincuencia), negación de los hechos en el gobierno, y el periodista Uceda presente en el destape de los dos casos. Sería una verdadera lástima que, dos décadas después, el país tropezara con la misma piedra.
Por Augusto Álvarez Rodrich
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