Por Nelson Manrique
El verso que encabeza esta columna pertenece al vals “Parlamentomanía” de la inolvidable Serafina Quinteras (por algo madre de nuestra gran poeta Blanca Varela). Habla de las promesas electorales de un candidato a congresista y (hasta donde recuerdo, la canción salió en vísperas de las elecciones de 1962) sirve para recordarnos que hay cosas que nunca cambian.
Metidos ya en la campaña electoral, esta semana destaca el lanzamiento de la candidatura presidencial de Jorge del Castillo, realizada por él mismo. Reconociendo que Del Castillo tiene todo el derecho, ha sorprendido a algunos que se lanzara por su cuenta, sin esperar a que el Apra defina un candidato. Sin embargo su decisión es lógica, si se considera que para él es ahora o nunca. Si no postula ahora, el 2016 no podrá, pues el puesto está separado desde ya por Alan García, y el 2021 será demasiado tarde. Dada la tibia acogida que su lanzamiento ha suscitado Del Castillo tiene muy pocas posibilidades, pero si no se lanza simplemente no tiene ninguna.
Hay una cuestión previa: ¿habrá un candidato aprista? Es difícil, si nos atenemos a los hechos. Quienes pudieron abrigar ilusiones de serlo cuando el gobierno empezaba –Alva Castro, Del Castillo y Cabanillas– han salido incinerados de su paso por el Ejecutivo. Puede discutirse si esto fue el resultado de su mala suerte, corrupción o ineptitud, o si fue producido por una maquiavélica maquinación de García, pero el hecho es de que el gabinete ministerial no fue la plataforma electoral que creían sino su Waterloo.
Si nos atenemos a los cálculos de Alan García (que piensa la campaña electoral del 2011 en función de la del 2016) el Apra no debiera presentar candidato propio ahora, por una razón elemental: es poco probable que los electores vean con buenos ojos tres gobiernos apristas seguidos, y tener un aprista en el poder el 2011 le reduciría a él las posibilidades de ser elegido el 2016. Si García puede decidir, en esta elección el Apra debería llevar al poder a un candidato no aprista. Pero esto choca con la demanda de bases apristas –y de posibles candidatos al Parlamento– de ir con candidato propio, y ese es el margen de juego que les queda a quienes sueñan dentro el Apra con una candidatura presidencial. Si esta corriente se impone, y el Apra opta por el candidato propio, tampoco el suelo estará parejo. El peso de García es demasiado grande y ningún candidato va a ser viable si no tiene su bendición, lo cual abre el escenario a un muy complejo proceso de negociaciones. Si es inevitable contar con candidato, posiblemente Velásquez Quesquén sea quien mejor posicionado se encuentra en este momento para recibir la bendición papal, pues ha demostrado ser capaz de obedecer órdenes, sin generar complicaciones.
El otro hecho destacable de la semana es la campaña encaminada a convencer a Lourdes Flores de que acepte la candidatura a la alcaldía de Lima, como premio consuelo, renunciando a sus pretensiones presidenciales. La presión es tan grande que ella ha optado por consultar a sus admiradores a través de Facebook. De aceptar postular a alcaldesa, culminaría su carrera política realizando un camino inverso al que en su momento recorrió Luis Bedoya Reyes, que inició su carrera como alcalde electo de Lima, para luego terminar como el candidato presidencial derrotado. Lourdes pasaría de candidata presidencial derrotada, a alcaldesa de Lima.
Si Lourdes Flores opta por la alcaldía podría despejar el camino a una candidatura fuerte de Luis Castañeda Lossio respaldado por el Apra; capaz, en un escenario ideal, de unificar un frente de derecha en que se encuentren los pepecistas y fujimoristas, lo cual no les vendría nada mal a estos últimos, dado el desplome sufrido por Keiko Fujimori en el respaldo electoral que le otorgaban las encuestas (50% en dos meses, según Datum), luego de la sentencia definitiva a 25 años de prisión a Alberto Fujimori y el desinfle del punto único de su programa, el indulto a su papi.
Quizás no tengamos corvinas fritas –con su limón–, pero que va a haber circo, lo va a haber…
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