Soy diabólicamente católico. Sé perdonar pero siempre tuve sangre en el ojo cuando un cura me miraba. Por esto y aquello, las denuncias de abusos sexuales contra niños que perpetra la Iglesia Católica en el Perú y en toda Latinoamérica, Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Alemania –de donde es el papa Ratzinger– y, me imagino, en la China, me ponen como un diablo. Hace unos días, Tarcisio Bertone, un secretario del Vaticano, dijo en Chile que el tema era una ‘despreciable campaña de difamación de los medios de comunicación que llega a salpicar hasta al mismo Sumo Pontífice’ y, remató, abrazando a varios niños, que psicólogos y psiquiatras demuestran hoy que no hay relación entre el celibato y la pedofilia y que estos crímenes son producto de la homosexualidad –de la que padecen tirios y troyanos– y también algunos curas, pero que el Vaticano está libre de polvo y paja. ¡Qué horror!
Frente a testimonios abominables de miles de personas que son víctimas de este otoronguismo con sotanas, surge la voz esclarecida de Gustavo Gutiérrez, sacerdote peruano, teólogo y precursor de la llamada Teología de la Liberación. Hace unos días en la revista Punto Edu de la Pontificia Universidad Católica del Perú, el padre Gutiérrez sostuvo que “Aquí cuando chorrea, chorrea hacia arriba”. Cierto, se refería a pobreza moral y a la riqueza económica, digo, la otra forma de pederastia que sufren los niños en el Perú y que avizora un futuro miserable. Lo cito: “Contraviniendo la ley de la gravedad, aquí la economía cuando chorrea, chorrea hacia arriba. Sé que no somos mucho de respetar leyes, pero al menos la de Newton habría que respetarla”.
Para nadie es ajeno que los católicos tenemos varias líneas. De Cipriani no hablo. Ya lo denuncié cuando manejaba la iglesia en Ayacucho. Pero admito que pertenezco a esa primera gran corriente teológica moderna nacida fuera de Europa, iniciada por el padre Gutiérrez y que establece para la Iglesia Católica una opción preferencial por los pobres y abre el diálogo a otras disciplinas científicas. Desde la Conferencia Episcopal de Medellín en los setenta, las ideas del padre Gutiérrez sostuvieron que la religión tiene sus raíces en la espiritualidad cristiana y el seguimiento de Jesús. Es una reflexión sobre ser discípulo de Jesús y cómo serlo.
Cuando el padre Gutiérrez insiste con lo del ‘chorreo’ explica: “Se dice que el país crece pero, ¿cómo están los pobres? Desde allí debemos leer el país. Los pobres son seres humanos. Hablar de chorreo es como decir ‘migajas de la mesa’. Además el país crece porque la riqueza aumenta en quienes ya tenían muchas posesiones. El mundo de los pobres disminuye poco. A veces disminuye el índice de pobreza porque el crecimiento demográfico baja. Ciertas mejoras hay, indudablemente, pero seguimos con un grupo inmenso de pobres”.
Los asuntos de Dios, que los resuelva él. Pero lo que friega a los humanos desvalidos está en manos de aquellos que siguen apuntalando el capitalismo salvaje. Y me refiero al gobierno de García y la iglesia de Cipriani. La asimetría económica ‘vive’ en el Perú. Y las mayorías somos católicos, cristianos y evangélicos. Por eso, aunque duela, Dios no es peruano.
Por Eloy Jáuregui
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