Por Rocío Silva Santisteban
Nació en Caracas, Venezuela, y vivió parte de su adolescencia en Lima, como estudiante del Colegio Markham, hijo de funcionarios de la IPC –la mismita que nacionalizó Juan Velasco Alvarado–. Sin duda John era un niño migrante colonial, como él mismo se define, pues durante su estadía en esta parte del mundo pensaba que la modernidad la encontraría al regresar a su país, el de sus padres, el de su nacionalidad: Estados Unidos. Pero quizás no fue así. Habla español con acento e inglés con acento: no es de allá totalmente, ni de acá parcialmente. En su primera conferencia en Lima se autodefinió como un “third culture child”, un niño de la tercera cultura cuya identidad se encuentra, tal vez, “in between” como dicen los angloparlantes (“en-entre”) o como diríamos los peruanoparlantes: ni chicha ni limonada. Este trayecto vital lo marcó para siempre y quizás por esa mixtura transcultural y plurilingüe, se atrevió a escribir su tesis doctoral sobre, nada más y nada menos, el autor más complejo del castellano: don Luis de Góngora y Argote. Voilá.
Muchos años después –y frente al pelotón de fusilamiento de la academia peruana del Perú, perdonen la tristeza– Beverley ha regresado al país de su adolescencia pero con otras armas en su carcaj: hoy en día es uno de los investigadores humanistas más reconocidos, tanto allá como acá, en América Latina; y no solo por su especialidad en literatura del Siglo de Oro sino –he aquí lo más interesante– en temas culturales, subalternos y poscoloniales. Sin duda, es uno de los autores que más he leído –junto con Marc Zimmermann– sobre el tema que es mi preocupación académica de los últimos años: el polémico género del testimonio. Y con Francesca Denegri, quien ha publicado un importante libro al respecto, hemos disentido por escrito de algunas de sus premisas, sobre todo, de la que propuso en su ensayo titulado “The Real Thing”. Creo que la presencia de Beverley en el Perú, que ha pasado más bien solapa para los medios de comunicación, constituye una buena oportunidad para que los diálogos Norte-Sur dejen de ser monólogos sin posibilidad de escucha de retorno.
Beverley ha publicado varios libros sobre las discusiones intelectuales en los estudios latinoamericanos en Estados Unidos y, con ellos, ha difundido una suerte de nueva posibilidad de acceso al conocimiento: lo interdisciplinar que permite el acercamiento entre las humanidades –representadas por la literatura en este caso– y las ciencias sociales: algo que en el Perú se empeñan en hacer con mucha fuerza y algunas batallas ganadas Víctor Vich y Gonzalo Portocarrero, entre otros. Una de sus últimas hipótesis en esta suerte de búsqueda de la “política de la teoría” es dejar constancia que, desde América Latina, se está dando un giro neoconservador (neocon) en algunos de sus intelectuales más brillantes, y un retorno a posiciones reaccionarias recuperando ciertas jerarquías de valor estetizantes. Beverley pone como ejemplo a la brillante teórica argentina Beatriz Sarlo: sostiene que ella en su libro Tiempo pasado critica y considera al testimonio como el “corolario de una izquierda autoritaria”. No obstante, en su presentación en la PUCP, Beverley usó algunos parámetros de la disciplina literaria para plantear una diferencia entre el “género testimonio” y el “material testimonial” como aquél de la CVR y dijo que este tipo de testimonio no problematiza el campo literario.
Mmmmm… habría que preguntarles a los tesistas sanmarquinos y de otras universidades que, precisamente, están estudiando desde diferentes disciplinas e interdisciplinas decenas de testimonios y se sienten frente al paredón, porque los testimonios de la CVR problematizan el campo, el espacio universitario, la espectacularización del sufrimiento y, por último, nuestra idea de nación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario