martes, 5 de octubre de 2010

SUSANA SEGUN LEVANO

Susana Villarán, lideresa de un partido casi inexistente, no ha derrotado sólo a Lourdes Flores: se enfrentó a la vasta coalición del Partido Popular Cristiano, el APRA, el Fujimorismo, los grandes medios de comunicación y los millones del poder económico. Y los ha vencido a todos, juntos y amontonados.

Se enfrentó asimismo a la guerra sucia, proveniente de la propia doctora Flores y también de los millones de volantes que ayer mismo circularon con la carga de calumnias y mentiras típica de la derecha.

La participación del APRA fue transparente. Alan García llegó al extremo de tomar el sábado su segundo desayuno del día con la candidata de la derecha. Su nerviosismo lo llevó al extremo de despotricar contra los resultados de las encuestas a boca de urna, sin duda porque conocía las encuestas de ese día mismo.

La Victoria de Susana no es, por supuesto, unipersonal. Es resultado de una amplia voluntad ciudadana. Torpe sería suponer que se debe al apoyo de la izquierda tradicional. Esta última es sólo un segmento, un afluente. El apoyo masivo obedece en gran parte a los independientes democráticos y progresistas de todos los sectores sociales, y a los jóvenes, todos los cuales sienten rechazo por los abusos, la claudicación nacional y la corrupción del partido gobernante, el APRA, y de la derecha en general.

Lourdes Flores no escapa a la podredumbre de su clase y su movimiento político, tan vinculado a la gran empresa. Significativa es su asociación estrecha con César Cataño, ex miembro del PPC, sospechoso de narcotráfico y traficante en la importación de carcochas, vinculación contra la cual la candidata pepecista fue advertida desde hace tiempo. La leyenda de honestidad y transparencia de la doctora Flores se ha desplomado.

Para el APRA, estas elecciones significan una catástrofe. Pierde en todo el norte, incluido el Trujillo que fue cuna de su fundador y eje de su poderío en el “sólido norte” de otrora. Por si eso fuera poco, desaparece en todos los escenarios electorales. Su único aporte en este proceso es el apoyo en Lima al PPC, el partido de los ricos.

Eso indica que las mentiras sobre reducción de la pobreza, avances en salud y “revolución en la Educación” no se las cree nadie. El voto indica que el Perú avanza, avanza hacia el conocimiento de la verdad y la condenación de una política de represión, de remate a precio vil de puertos, aeropuertos y Amazonía, de mayordomía frente a las transnacionales, de sumisión al imperialismo yanqui.

Cerramos estas líneas cuando la ONPE demora en dar resultados y el PPC se esfuerza por desconocer la voluntad popular, impugnando mesas en las que ha perdido. La maniobra es un insulto a la democracia. Conciliar con aquella sería un desafío de imprevisibles consecuencias.

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