CESAR LEVANO
Las revelaciones de WikiLeaks respecto a lazos entre mandos militares peruanos y los narcotraficantes confirman culpas y suscitan sospechas, y revelan hasta qué punto los servicios de inteligencia de Estados Unidos conocen hechos que el estado peruano finge ignorar. Punto clave es que el tráfico de Drogas y su componente ex senderista avivan el interés estadounidense por injerirse más y más en los conflictos internos del Perú.
El texto señala que la red de corrupción castrense en el campo de las Drogas arranca de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. No es sólo cuestión del pasado, aunque es cierto que ambos personajes hundieron en el desprestigio a muchos cuadros militares, algunos de los cuales han terminado en la cárcel (igual que sus dos mentores).
La información, basada en los envíos del embajador Michael McKinley al Departamento de Estado, no consiste en “chismorreo”, como dice el canciller del Perú, José Antonio García Belaunde. Tampoco hay que tomar esos mensajes como la verdad suprema.
Hay, sin embargo, procesos que autorizan la duda y la sospecha. Por ejemplo, el hecho de que planes en el Valle de los ríos Apurímac y el Ene (el VRAE) ruidosamente anunciados por el régimen de Alan García y sus ministros de Defensa terminen en fracaso. O que el acarreo de sustancias vitales para la elaboración de la droga continúe y se acreciente. O que el minúsculo aparato armado de ex senderistas pueda contar con informes de inteligencia del Ejército o la Policía.
La corrupción existe, pero eso no quiere decir que todos los servicios militares o policiales se han convertido en agentes del narcotráfico.
Las revelaciones deben servir como un alerta y abrir pistas.
La experiencia reciente de América Latina demuestra que Washington tiene sus propios fines en las guerras internas y en la lucha contra el narcotráfico. El Plan Colombia, financiado con miles de millones de dólares, ha cubierto de muerte la selva Colombiana, pero no ha acabado con el tráfico de Drogas. Lo que sí ha ocurrido es una presencia creciente del Pentágono.
No se debe olvidar que más de un geopolítico estadounidense considera que la Amazonía, rica en agua dulce, Hidrocarburos, bosques, es presa codiciable. Hace dos o tres años se difundió un texto académico en el que se leía que el Perú no merecía ser el dueño de una parte vital del Amazonas. En manos de Estados Unidos, el gran río tendría el cuidado que se merece.
Tampoco hay que omitir que en Washington no faltan quienes creen que el Ejército del Perú debe reducirse, y convertirse en una suerte de guardia urbana.
Por eso mismo, los institutos castrenses deben defender sus tradiciones mejores, limpiar sus filas evitando que la corrupción del poder las contagie. Llegado el caso, deben rechazar calumnias.
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