No es LA PRIMERA vez que el partido aprista apoya a un candidato presidencial que no pertenece a sus filas. En su larga trayectoria de clandestinidad y persecución, e impedido de tener candidato propio, varias veces se vio obligado a apoyar a otro candidato a condición de conseguir la legalidad una vez que triunfara éste.
El APRA, perseguida y en la ilegalidad, pero contando con el indiscutible apoyo de una gran masa de disciplinados electores, apoyó a Eguiguren quien salió victorioso en las elecciones anuladas de 1936. En las elecciones de 1939, no presentó candidato aunque a inicios de los años 40, en la época primaveral del frente antifascista, consiguió su legalidad durante el gobierno de Manuel Prado. En 1945, fue un decidido impulsor de la candidatura victoriosa de Bustamante y Rivero, llegando a ocupar el Ministerio de Economía y contar con mayoría en el Congreso.
Después de sufrir la persecución 1948-56 (dictadura de Odría), apoyó la segunda candidatura de Manuel Prado, compitiendo contra el Frente de Juventudes liderado por Fernando Belaunde, y posteriormente, ya en el Congreso, pasándose abiertamente a defender los intereses de la oligarquía en el gobierno reaccionario (1956-62), llamado de la “convivencia”. En el vano intento de impedir el golpe militar del general Pérez Godoy en 1962, propuso entregar La Victoria a su carcelero, el general Odría; y triunfante Belaunde en las elecciones de 1963, obtuvo mayoría en las cámaras aliándose entre otros, con los barones del azúcar, los exportadores y el capital extranjero.
Con el triunfo de Alan García se inauguró el primer gobierno aprista (1985-90). En realidad, fue un verdadero desastre propio de los récords Guinness. No sólo por la hiperinflación, el desborde terrorista sino principalmente por la galopante corrupción. Todo el mundo robaba en el Estado, y cuanto más se acercaba el fin del gobierno, se robaba más y más. Así y todo, el candidato Alva Castro logró cerca del 20% de los votos válidos en las elecciones de 1990 y consiguió tener una respetable bancada que sirvió para acorazar al vilipendiado y corrupto ex presidente. Después del autogolpe de Fujimori y gozando éste de un apoyo electoral masivo, el APRA no se chupó ni buscó a algún candidato independiente que lo salvara del ridículo; Mercedes Cabanillas con estoicismo sacó el 7% de los votos en las elecciones de 1995 y en la elecciones del 2000 Abel Salinas, en la época en que Mantilla le pedía plata a Montesinos, apenas superó el 1 %.
Si en las épocas más difíciles, y conseguida la legalidad, el APRA siempre persistió en apoyar a candidatos presidenciales con trayectoria partidaria ¿alguien podrá explicarnos como así, después de un gobierno considerado como exitoso por la propia militancia, desde Palacio se imponga a alguien que no sabe de qué trata el “Antimperialismo y el APRA”, y menos su diferencia con “30 años de aprismo”? ¡Y en un partido que se vanagloria de su ideología! ¿Cosa bien rara, no?
TAPIA
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