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Animales exóticos como el mono, el guacamayo o el jaguarundi (felino salvaje) ya eran usados en rituales de la costa peruana hace 4.000 años, como evidencian los últimos restos encontrados en el yacimiento de Ventarrón.
El biólogo de la Universidad de Trujillo Víctor Vásquez explicó que este lugar, ubicado a 780 kilómetros al norte de Lima, alberga los restos más antiguos de animales procedentes de la selva que se conocen en la costa y que pertenecen al periodo Precerámico Tardío (de 3.500 a 1.800 años antes de Cristo).
Hasta el momento se han encontrado más de un millar de huesos de diversos animales en este centro religioso del norte peruano, muy cerca del lugar donde siglos más tarde se desarrollaría la cultura Moche (siglos II a.C. - VII d.C.)
Entre todas las hipótesis, Vásquez atribuyó la existencia de estos restos a los continuos contactos que hubo entre pueblos de la costa y de la propia selva, si bien descartó que hubieran sido sacrificados, ya que no se han encontrado incisiones en los cuerpos.
Los pobladores de Ventarrón -explica- apreciaban el plumaje colorido de las aves, la compañía de los monos capuchinos o el uso de los jaguarundis en la agricultura, todos ellos considerados animales de un estatus superior en relación a los de la costa.
Ignacio Alva, director del equipo de Vásquez e hijo del descubridor de las tumbas del Señor de Sipán Walter Alva, señaló que Ventarrón representa el origen de las culturas del norte de Perú, una civilización dedicada a la agricultura e intercambios comerciales, y ubicada al pie de un cerro que simbolizaba el centro del cosmos.
Bajo la forma de una pirámide, de unos veinte metros por cada lado, el templo fue parte de un núcleo religioso comparable a la ciudadela sagrada de Caral, de 5.000 años de antigüedad y situada más al sur, dijo Alva. (EFE)
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