sábado, 18 de diciembre de 2010

wikileaks

A semanas de su aparición Wikileaks está demostrando que su efecto en las relaciones de EEUU con el mundo es el de un tábano: la picadura molesta, y hasta duele, pero no tiene más efecto que ese. Lo más serio que se ha demostrado hasta ahora en política es que resulta riesgoso confiarle opiniones privadas a un diplomático extranjero.

Más grave que las revelaciones que adornan las primeras planas es una nueva conciencia de que la red no sirve para guardar secretos. Lo que hoy afecta a la diplomacia de un país mañana puede afectar a muchos, y luego a la información económica confidencial que circula por la red. De hecho los bancos ya han sido advertidos.

La solución podría estar en perfeccionar los sistemas de seguridad electrónica, los cuales de hecho han venido mejorando al ritmo del aprendizaje de los hackers. Pero es probable que las cancillerías estén considerando volver a métodos antiguos como la valija diplomática que transporta a mano documentos confidenciales impresos.

Lo que limita el daño de los 250,000 wikileaks de los EEUU es precisamente que se trata de informes de embajadores. Son opiniones del propio funcionario o de sus informantes, cuya relación con la formulación de políticas de Estado es a la postre relativa. Termina siendo una forma glorificada de periodismo político.

Mucho más grave sería el destape de los documentos electrónicos que detallan los objetivos y planes diplomáticos y militares de las propias cancillerías. Frente a eso las indiscreciones involuntarias de los embajadores, finalmente peces fuera del agua de las realidades del país que los acoge, son agua de malvas.

Sin embargo los analistas de Washington tienen que aceptar que algo de daño se ha producido, no importa si este es menor. Varios han señalado que lo sucedido refuerza algunos conceptos antiyanquis, debilita climas de confianza bilateral, dificulta la tarea de los embajadores acreditados, por el momento vistos de reojo como chismosos fuera de control.

Desde el primer momento las embajadas de EEUU se han reunido con los gobiernos anfitriones para informarlos sobre lo que pueden esperar del destape. Pero con un cuarto de millón de documentos, no puede descartarse la aparición de documentos más sensibles que los ya revelados. Lo cual introduce o añade desconfianza en las relaciones.

Mientras tanto el público se regocija con lo que son chismes, o en el mejor de los casos indicios, de alto nivel, que además ya tienen cierto tiempo de emitidos. El texto sobre la salud de Fidel Castro, por ejemplo, hubiera sido de gran impacto hace un par de años. Hoy solo muestra que Washington tenía y se guardaba esa información.

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