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.Por Luis Jaime Cisneros
Gran discusión en Francia en las escuelas primarias. Discusión de los maestros. Discusión de los padres. Silencio, por ahora, en los muchachos, ignorantes en realidad de si pueden ser sujetos de enmienda. ¿De qué se trata? De las calificaciones. ¡Las notas! ¿Vale la pena suprimirlas en primaria? Se oyen voces de protesta en varias direcciones. “¡La maestra nos castiga con mala nota!”.
“¡Se burlan en clase de mi mamá cuando me entregan las notas!”. “¡Dice la maestra que debo repetir el año!”. Que nos digan estas cosas en clase, ciertamente, no es nada agradable cuando uno tiene once años. ¡Y que se lo digan a los dos meses de iniciado el año escolar no anuncia ciertamente buen manejo pedagógico del aula.
Más de diez mil estudiantes como este ha registrado la Fundación de Estudiantes para la ciudad, creada en 1991 por tres estudiantes que buscaban reducir la fractura social. Opiniones de psicopedagogos, de maestros, se escuchan a fin de año y se renueva la conversación.
Hay dos primeros síntomas de que el alumno está avanzando en su escuela primaria. Comprende y aprovecha lo comprendido, por lo que puede aplicarlo espontáneamente. Sean números o letras, ese es el ritmo. Por lo pronto, la discusión de esta calificación no cabe discutirla con los padres de familia. En todo caso, la discutimos con el alumno, como fruto de un análisis cordial de su rendimiento. ¿Calificamos este rendimiento con números o con letras? Con letras no parece castigo sino premio. Al interesar a los alumnos en el aprendizaje de cada uno procuramos interesarnos en el mayor o menor aprovechamiento del grupo, y los vamos entrenando para juzgar el rendimiento de uno y otros. No se trata de ver quién logra más sino quién logra mejor: es cuestión de esfuerzo personal. Aprobado o muy bien son, así, las primeras calificaciones logradas con lo que se ha comprendido. Excelente es lo que es fruto de la aplicación personal que el alumno hace de sus conocimientos. Se califica en primer lugar esfuerzos y, más tarde, resultados; y se va colaborando con la propia estima del estudiante.
Hacen bien los maestros primarios franceses en preocuparse por el tema. Solo que no es tema inherente a la escuela primaria. Es un asunto que interesa a todo nivel de estudios. Calificador y calificado deben estar vivamente interesados en las razones y en los criterios con que se les califica. No es cuestión exclusiva de los calificadores, ni lo es de los calificados. Los calificadores (no lo olviden) son también clasificables y calificables. A mí, como calificador, me interesa averiguar hasta dónde he llegado a interesar en temas determinados a mis estudiantes y hasta dónde he sabido movilizar su capacidad de búsqueda y de reflexión. Y nada mejor que conversarlo con él, que puede revelarme, en esa conversación, cuán apresurado estuve en solicitarle opinión sobre asuntos que todavía no podía encarar. Por eso a mí no me interesan tanto las notas de un solo alumno sino las de su salón, que me muestran el rasero con que son medidos.
Cuando en la universidad uno descubre cuántos estudiantes han ido superando lo aprendido y lo han recreado y perfeccionado hasta alcanzar la maestría, sabe que en aquellas conversaciones sobre los trabajos primeros se fue adquiriendo, conversación tras conversación, esa libertad con que hoy se mueven los corazones.
Uno de los objetivos de la escuela primaria es preparar al estudiante para apreciar y gozar su propia estima. Las notas constituyen un importante elemento formador. Los especialistas franceses están llamando hoy la atención sobre las notas en primaria.
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