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Otra vuelta de tuerca
Si Alan García aplaude algo quiere decir que ese algo favorece al imperio. El axioma se cumple con la propuesta de “Alianza del Pacífico” que han firmado los cuatro presidentes más entreguistas de América Latina: Felipe Calderón de México; Juan Manuel Santos de Colombia; Sebastián Piñera de Chile, y García del Perú.
El Acuerdo busca armonizar políticas y economía para subordinarlas a Washington en beneficio del Tío Sam. En el caso peruano obligará a abrir aún más el mercado nacional y a acelerar la ruina de la agricultura.
Simultáneamente, el Perú negocia con México un tratado de libre comercio que, según el empresariado mexicano, abre de par en par las puertas del Perú a las exportaciones mexicanas.
Como han señalado los analistas más serios, la Alianza que entusiasma a García es una versión corregida del “Área de Libre Comercio de las Américas” (ALCA) que el presidente George Bush (padre) quiso imponer, y que tuvo que guardar en la refrigeradora debido a la oposición de Brasil, Argentina, Venezuela y Bolivia.
En la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata en 2005, Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, y Néstor Kirchner, el fallecido presidente de Argentina, señalaron que no se oponían al tratado; pero demandaban que fuera libre de verdad. Pedían, por eso, que Estados Unidos eliminara sus subsidios agrarios, que hacen imposible cualquier libre competencia.
Después de ese episodio, la agricultura del maíz de México, vital para la dieta alimentaria del pueblo mexicano, fue casi borrada del mapa. El mercado azteca se repletó de maíz estadounidense, que encareció la tortilla popular.
La economía de México padece por sus ataduras excesivas con la economía de Estados. Por eso, cuando nuestros políticos y periodistas hablan de la economía exitosa lograda por México gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), sólo cabe una sonrisa piadosa. Las maquiladoras que funcionaban en la frontera entre México y Estados Unidos se han desplomado. En el país de Zapata cunden la desocupación y la desesperación, aparte de la sangrienta guerra de la droga, en la que el presidente Calderón resulta acusado de cómplice del Cartel de Sinaloa.
Lo que mueve la “Alianza del Pacífico” no es la economía. Su médula es política e ideológica. Busca detener el avance de una auténtica integración de nuestra América. Quiere contrarrestar el peso de Brasil, un gigante que crece. Su bandera es la sumisión a los dictados del imperialismo.
No es casual que en círculos cercanos a la Casa de Pizarro empiecen a plantear que, ya que México está en el NAFTA, sería bueno que el “Acuerdo del Pacífico” se amplíe a Estados Unidos y Canadá. A eso apunta la maniobra ejecutada por la tanda de los cuatro, con Alan García como operador.
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