.Por Humberto Campodónico
Frecuentemente, los técnicos neoliberales que apoyan gobiernos dictatoriales o autoritarios se defienden con el siguiente argumento: “soy un técnico que hace las reformas que el país necesita en el plano económico, institucional y social. No sé lo que ocurre en las esferas políticas del gobierno con que estoy trabajando. Estoy al margen de eso porque soy un técnico, no un político”.
Uno de los ejemplos más ilustrativos de esa visión lo dio el Comunicado de la Comisión de Promoción de la Inversión Privada del 23 de noviembre del 2000: “vale la pena aclarar que la COPRI, si bien se encarga de captar recursos por medio de las privatizaciones y concesiones, no decide el uso de los recursos que ingresan al Tesoro Público”.
En otras palabras: “yo hago la reforma, privatizo las empresas públicas y le doy la plata al gobierno, pero no tengo nada que ver con lo que éste hace con ese dinero”. Así, en un dos por tres, como por arte de birlibirloque, los técnicos nada tienen que ver con las comisiones millonarias por la compra de armas, con el uso de ese dinero para los programas sociales manejados directamente por Fujimori para fines políticos o para el robo simple y directo, como los US$ 21 millones admitidos por el General de División Nicolás de Bari Hermoza Ríos.
La cuestión es que en la década del 90 esto lo avalaban, abierta y directamente, organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial. La tesis era la siguiente: “existen periodos políticos extraordinarios, llamados “ventanas de oportunidad, que permiten iniciar cambios profundos con pocas voces disonantes de la oposición” (Banco Mundial, Informe sobre el Desarrollo Mundial de 1996).
Se continúa diciendo que estas “ventanas de oportunidad” deben ser aprovechadas al máximo con la mayor celeridad posible. De aquí proviene la tristemente célebre frase de Joy Way: hay que privatizar todas las empresas públicas en el menor tiempo posible”.
El problema con esta “tesis” es que propone que la “ventana de oportunidad” debe usarse por los técnicos neoliberales, aun si el régimen es dictatorial o “simplemente” autoritario. Veamos lo que dice un texto “clásico” del Banco Mundial de 1995 titulado “Burócratas del Estado haciendo negocios” (Bureaucrats doing business):
“En todos los países reformadores de la muestra de este libro, los gobiernos controlaron la toma de decisiones y el aparato administrativo a principios de la reforma. De otro lado, en cada país el gobierno ofreció compensaciones económicas y a veces usó medidas coactivas, en la proporción necesaria, que permitieran superar la resistencia que se saliera de los canales políticos normales.
“Las medidas coactivas pueden tener altos costos sociales, y las reformas implementadas con la coerción a menudo no son sostenibles. Ningún gobierno confió solamente en las medidas coactivas para superar la oposición. En Chile, por ejemplo, el gobierno militar empleó a menudo medidas duras para contrarrestar el poder de los sindicatos, pero también ofreció compensaciones jugosas a los empleados portuarios que, de otra manera, hubieran tomado acciones laborales que habrían podido interrumpir la economía” (página 33).
Años después, en el 2006 el Banco Mundial se autocriticó, afirmando que “no existen reglas económicas universales que tengan que ser aplicadas por todos los países” (ver www.cristaldemira.com, 28/05/2006). Pero eso no cambia que el daño ya estaba hecho en muchos países, incluido el nuestro.
Hoy menos que nunca, entonces, es justificable decir: “yo hago la reforma y del resto no me ocupo”. Está clarísimo que no existen compartimentos estancos entre los políticos (que mataron menos) y los técnicos. La capacidad de indignación ante la “ventana de oportunidad” y la excusa de “ser técnicos” también debe llegar a todos los peruanos.
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