Raúl Wiener
POLITIKA Analista
La saga de Chehade está llegando a su fin. Y a estas alturas, al margen de los aspectos anecdóticos de la historia en la que el ahora exvicepresidente hizo todo lo posible para que nadie le creyera y quedara siempre la sensación de que se le había subido el poder a la cabeza y que alguien se lo tenía que bajar, lo sustancial es que este caso como el de Alexis y otros, han servido para mostrar que, efectivamente, el poder del actual gobierno es mucho más restringido que el de sus predecesores.
Por eso se insistió en desaforar a un tipo que está pagando con 120 días de suspensión y la pérdida de la honorífica condición de reemplazo potencial del Presidente, por la estupidez de citar por su cuenta y riesgo a generales, y probablemente querer favorecer las gestiones de su hermano a cuenta del grupo Wong en Andahuasi.
Lo que es obvio después de tantos meses y zarandeos, es que la intentona de Miguel Chehade no prosperó, pero las consecuencias para su hermano Omar han sido devastadoras.
Por estos días, además, la bancada de Gana Perú se anda quejando que la Comisión de Ética del Congreso está parcializada, lo que se verifica en el hecho de que hasta ahora hay tres suspendidos de 48 denunciados, de los cuales todos son del partido de gobierno y hay un especial encubrimiento para la docena de Fujimoristas que están en la lista negra. Claro que uno podría plantearse la pregunta de Perogrullo: ¿es que recién se dan cuenta de este detalle evidente?
Suena aparentemente bien que el oficialismo no “blinde”, como se dice ahora, a sus militantes y permita las investigaciones y sanciones que correspondan, a condición de que el “no blindaje” no signifique exactamente lo contrario: la obligación de aceptar estar permanentemente en la picota de los partidos tradicionales como si tuvieran alguna superioridad moral para juzgar al otro. Casi podría decirse que el nacionalismo parlamentario ha estado exhibiendo una falta de garra frente a las otras bancadas, paralela a las debilidades del Ejecutivo ante la presión de la derecha empresarial y tecnocrática.
La falta de convicción en representar la voluntad del pueblo y encarnar una opción política “de abajo”, como dice el Presidente, se ha reflejado en cederle la agenda a Lay para que escoja a quiénes investiga, en dejar que el caso Chehade se prolongue, y en carecer de iniciativas que expresen la existencia de una nueva mayoría a favor del pueblo.
La famosa frase de Otárola sobre el “medio paso al costado”, cuando Chehade dijo que no renunciaría a la vicepresidencia pero no la ejercería, resume en buena medida la confusión existente. Si el vocero creía que su colega había cumplido con su primera respuesta, cómo es que ahora se felicita de una renuncia totalmente extemporánea.
Es impresionante cómo se jaquea al gobierno de Ollanta por el vicepresidente errático, los congresistas achorados, los hermanos que viajan, consiguen trabajo o pasan la noche del Año Nuevo donde no debe, etc.
Día y noche recibimos este mensaje que parece advertirnos que al barrio del poder se han mudado unos provincianos, nuevos ricos y ruidosos que se ganaron la lotería, y que hay que tenerlos a raya para que no desarreglen la cuadra.
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