sábado, 12 de marzo de 2011

MARIA PARADO

.Por Antonio Zapata

En el Perú pocas veces somos consecuentes con lo que prometemos. Solemos ser como veletas que cualquier cambio de viento lleva a cambiar rumbos. Por ello, los políticos ofrecen impunemente aumentos salariales y otras ofertas que no podrán cumplir. No les importa. Saben que el pueblo los perdonará, porque siendo tan común la falta de consecuencia, la ciudadanía está acostumbrada a que se diga una cosa y se haga otra.

Pero, no todos son iguales. Para empezar las mujeres. Siempre se ha dicho que las mujeres peruanas son más estrictas que los hombres y que ellas sí saben cumplir la ley y hacerla cumplir. Por ejemplo, las policías de tránsito son mucho más apreciadas que sus colegas varones. Todos saben que el tránsito dirigido por la policía femenina se maneja de manera eficiente y sin coimas.

Esa mayor consecuencia de la mujer peruana no comenzó ayer, sino que tiene larga historia. En este momento en que se celebra el Día Internacional de la Mujer, cabe recordar a María Parado de Bellido, que fue fusilada por la patria en Huamanga en marzo de 1822.

Ella había nacido en el pueblo de Paras en la provincia de Cangallo; tenía unos cincuenta años de edad cuando ocurrieron los acontecimientos que registra la Historia. Su provincia estaba conmovida por el enfrentamiento entre guerrilleros y tropas realistas. Los primeros combatían por la independencia en un contexto en el que ya San Martín había desembarcado en el Perú e incluso proclamado la libertad en Lima. Los suyos eran los famosos morochucos.

Pero los realistas se hicieron fuertes en la sierra sur y combatieron con decisión. Ellos interceptaron una carta enviada por María Parado a su esposo, informándole de los planes del ejército español. El marido y el hijo de María Parado se habían unido a las guerrillas y el aviso mostraba que había un cómplice patriota cerca del alto mando realista.

Los realistas se alarmaron. Tenían un traidor entre ellos y no podían confiar ni en su sombra. Por ello, cuando una operación de inteligencia estableció que la autora de la carta era María Parado, ella fue apresada y juzgada sumariamente. El general realista era José Carratalá y le planteó canjear su vida por el nombre de su confidente en el estado mayor español. Es decir, sería fusilada a menos que delate.

María decidió callar, porque había prometido silencio. No obstante ser madre de familia y estar sus hijas junto a ella durante el juicio, no rompió su compromiso ni siquiera atendiendo a sus responsabilidades como madre. La tensión entre estos dos deberes ha sido analizada en un reciente ensayo por la Dra. Rosa Elena Fajardo, concluyendo que se impuso el patriotismo gracias a su consecuencia de mujer.

Después de la sentencia, María fue paseada por las cuatro esquinas de la Plaza de Armas de Huamanga. En cada una de ellas se le repitió la condena, diciéndole que sería levantada si entregaba a su informante. En las cuatro esquinas calló, no obstante que sus hijas se arrodillaron frente a ella y le rogaron. El cura que la asistió hasta el final cuenta que estuvo serena y que vestía sencillamente con una blusa y polleras, llevando además un sombrero de paja.

Fusilada en la Plazuela del Arco, unas cuadras al norte de la Plaza de Armas, su casa fue incendiada y sembrada de sal, “por ser madriguera de traidores y espías”, según decía la sentencia de la Corte Marcial. La guerrilla fue derrotada y su líder murió ajusticiado, aunque los Bellido lograron huir.

No obstante el interés de su figura, está casi olvidada. No se la resalta, quizá por representar nítidamente valores que hoy se están perdiendo. María Parado expresa la fuerza de las convicciones y la entereza para entregar la vida antes de romper con los compromisos.

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