domingo, 2 de octubre de 2011

hasta los ricos la ven

Por Javier Diez Canseco

Cuando hablamos de la necesidad de una reforma tributaria que haga que los que ganan más paguen más, nos cae encima un huaico sobre la inamovilidad del capitulo económico de la Constitución fujimorista y sus contratos de estabilidad tributaria, la estabilidad jurídica, la amenaza de que espantaríamos la inversión y la creación de empleos, o que las mineras más poderosas se irían a Chile.

A pocos les importa que el Perú tenga un nivel de recaudación tributaria ridículo, apenas 14% del PBI (es decir, el gobierno recauda $14 de cada $ 100 que se producen en el país). En Brasil la presión tributaria bordea el 35%, Argentina el 30%, Bolivia 20%, Inglaterra el 40% y los países nórdicos el 50%. Un Estado que no recauda lo suficiente es incapaz de manejar una educación o salud públicas universales y de calidad, desarrollar infraestructura de agua y saneamiento, comunicaciones o transporte, dar efectiva seguridad ciudadana. Ello es base de una paz social con canales de solución de conflictos, con legitimidad en la garantía pública a derechos y oportunidades elementales para todos.

Si a la recaudación minúscula agregamos corrupción generalizada e impune, la privatización del Estado al servicio de los grupos de poder y la ineficiencia en el gasto gracias a un Estado minimizado, carente de cuadros formados, sin carrera pública efectiva y con alicientes, y decenas de miles de trabajadores mal pagados y en sistemas de contrata temporal abusiva como el CAS, un país sin planificación del desarrollo, el cuadro del Perú se agrava.

Una reforma tributaria que haga que paguen más los que ganan más es evidente, como la reforma del Estado y la batalla sin cuartel contra la corrupción. La gran meta del MEF este quinquenio es llegar a recaudar 18% del PBI, dijo el ministro en el Congreso. No llegaremos ni al nivel boliviano. Y, además, estamos otra vez más allá del llamado gravamen minero (resultaría inaceptable que no sea un tributo legalmente establecido y solo temporal por el quinquenio), en la versión de que el centro del crecimiento de la recaudación debe venir de ampliar la base tributaria (cosa que puede resultar correcta en profesionales liberales y empresas que evaden o eluden, pero no en la mayoría de una PEA pobre e informal vía impuestos indirectos o abusivos impuestos a salarios exiguos).

¿Es difícil una reforma tributaria? ¿Espanta a los inversionistas? Pues seguramente a aquellos que viven de la evasión y el privilegio. Roberto Lavagna dice que personajes de ese tipo han sacado de Argentina unos $70.000 millones de dólares el pasado quinquenio. Y un interesante artículo de José Nun, en La Nación, nos recuerda que aunque muchos hablan de los pobres y sus problemas, pocos dicen cómo resolverlos y cuál es la responsabilidad de los ricos en esa solución. Y cita al Wall Street Journal, que refiere que los muy ricos son una amenaza para la paz social y demanda: “Fiscalicen a los super-ricos. Y háganlo ahora, antes que el 99% restante desencadene una nueva revolución en EEUU, una implosión y la Gran Depresión 2”.

Nun nos recuerda que en Alemania hay, desde el 2009, cincuenta “ricos por una tasa para los ricos” y que “Warren Buffet, una de las tres personas más ricas del mundo, pide: por favor, dejen de mimar a los ricos con exenciones fiscales… Un aumento de impuestos no atenta contra las inversiones ni contra la creación de empleo”. En agosto pasado, dice, un grupo de ricos han seguido su ejemplo en Francia, pidiendo tributar más. Si ellos la ven, ¿cómo no la vemos nosotros?

Con Fujimori y Boloña se instaló en el Perú un manejo más regresivo de los impuestos: vivir del IGV y los impuestos indirectos que pagan por igual ricos y pobres al consumir, privilegiar a la gran empresa con tasas y exoneraciones a sus ganancias, y regalar la renta de nuestros recursos naturales. Hoy hay que aumentar tasas a los más ricos y sus grandes ganancias, recuperar parte importante de la renta de los recursos naturales y frenar el peso los monopolios y asociaciones de grandes empresas que se llenan de exoneraciones y han manejado el Estado privatizado como su chacra. Los ricos inteligentes y con ética la tienen claro, ¿los peruanos no?

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