miércoles, 21 de septiembre de 2011

COCA

Coca: reducir, no erradicar





Rodrigo Montoya Rojas

“Navegar Río Arriba”
Erradicar es una palabra que proviene del latín erradicare y quiere decir simplemente arrancar de raíz; así de simple, sin ambigüedad alguna ni ninguna otra acepción que dé lugar a posibles malentendidos. El mismo verbo en inglés quiere decir arrancar de raíz y es también sinónimo de extirpar, barrer, limpiar, cancelar, eliminar, exterminar, aniquilar y dejar hecho polvo. Tiene sentido esta mención a la palabra en inglés porque fue sin duda en inglés que se pensó y escribió la política norteamericana sobre la coca y de ahí se tradujo al castellano para que, obedientemente, los funcionarios peruanos del poder colonial sigan esa línea de acción.

De dos cosas una: si se propone erradicar la coca lo que se quiere es extirpar, barrer, limpiar, cancelar, eliminar, exterminar, aniquilar y dejar hecha polvo toda planta y semilla de coca, en otras palabras, no dejar una semilla viva; si se quiere que se siembre menos coca debe hablarse simplemente de reducción o de disminución del área sembrada. Cuando en la política se defienden grandes intereses el doble juego en las palabras que se usan es plenamente intencional. Los yanquis saben muy bien lo que quieren y los funcionarios peruanos encargados de aplicar esa línea de acción no son tontos ni débiles mentales, saben castellano y también algo o mucho de inglés, pero ocurre simplemente que siguen la táctica de la ambigüedad y el doble discurso porque mientras en Estados Unidos la coca es simplemente ilegal -tanto en hojas, en cocaína o en pasta-, en la legislación peruana el cultivo de hojas de coca está reconocido legalmente y contamos con la Empresa Nacional de la Coca, ENACO, que compra y vende hojas de coca y lleva un registro obsoleto de productores cocaleros. Hablar de una erradicación parcial o selectiva es una contradicción porque no se extermina a medias y es bueno seguir el sabio consejo francés, dicho en buen romance, “de no tener el trasero en dos sillas”.

El problema sencillo en Perú es que la mayor parte de la producción de hojas de coca se convierte en pasta y en cocaína que es llevada por narcotraficantes de muchos colores al mundo entero, particularmente a Estados Unidos y que es allí donde queda una buena parte de las extraordinarias ganancias con la complicidad oficial más grande que el tamaño del planeta tierra.

Si para combatir el narcotráfico hay que exterminar las hojas de coca, ese camino lleva al fracaso. Ya quedó demostrado que cuanto más se “erradica”, más se cultiva. Se trata, simplemente, de reducir las áreas sembradas. Para eso sería muy sencillo tener un registro de productores y vendedores legales, luchar en serio contra las mafias de productores, comerciantes y consumidores de cocaína en Perú, Estados Unidos y en todas partes, e industrializar la coca y obtener buenas ganancias con productos alimenticios, medicinales y estéticos para los mercados interno y externo.

Si el gobierno de Humala procede son seriedad y originalidad y no cede al clamor de la derecha para “seguir erradicando”, habrá perdido la guerra sin haber dado una batalla. Si reemplaza erradicar por reducir, habrá dado un gran paso adelante. Le faltará entonces ganar otra batalla frente al viejo y reaccionario acuerdo de Viena: considerar como droga a la cocaína pero no a la hoja de coca. Hace menos de 200 años inventaron la cocaína en Europa. En Perú, tenemos las hojas de coca desde hace cinco mil años y en todo ese tiempo no le han hecho daño a nadie.

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