jueves, 3 de febrero de 2011

VELASCO

.Por Nicolás Lynch

Muchos de los opinadores neoliberales creen que arrinconan al nacionalismo tachándolo de velasquista cuando lo que nos hacen es un favor. No por gusto, hasta 30 años después de su muerte, Juan Velasco Alvarado continuaba siendo el presidente de mejor recordación que ha tenido el Perú. Veamos por qué.

El gobierno que encabezó Velasco realizó tres cuestiones fundamentales que ningún gobierno, anterior ni posterior, ha hecho.

Primero, afirmó la nación, promoviendo la identidad nacional desde nuestras raíces originarias, buscando recuperar nuestra soberanía sobre los recursos naturales y dándoles a las FFAA el nivel disuasivo suficiente para defender el territorio. Por supuesto que esto es anatema para quienes han hecho objetivo de sus afanes la humillación del Perú a través de privatizaciones fraudulentas y TLC entreguistas; sin embargo constituye la viga maestra para que tengamos algún futuro.

Segundo, democratizó la sociedad, impulsando la organización sindical, vecinal y campesina como nunca antes en la historia del país. En esos años se reconocieron tantos sindicatos como todos los que se habían reconocido en la historia anterior del Perú. La organización social, sin embargo, pasaría también a ser una cuestión prohibida a partir de la dictadura de Fujimori y Montesinos. El neoliberalismo ha tenido que destruir el tejido social para poder convertirse en hegemónico e imponer un modelo que se basa en la criminalización de la acción colectiva.

Tercero, empezó la transformación del Estado oligárquico, propiedad de unos cuantos, al Estado Nacional que velara por el interés de todos. Este avance es echado atrás también por el fujimontesinismo, para montar un Estado mafioso donde para hacer negocios hay que ser amigo del poder de turno. La transición a la democracia que iniciara Paniagua se frustra justamente por la incapacidad o el desinterés, de Toledo primero y luego García, para desmontar este poder oscuro.

La gran limitación de Velasco, por la que lo combatimos con ahínco en nuestra primera juventud, fue el intentar estas transformaciones por el camino de la dictadura. Ella lo llevó a la bancarrota económica y la derrota social y política. Asimismo, imitarlo hoy en los detalles, 40 años después, sería una estupidez. Sin embargo, esto no nos inhibe de recuperar algunas reformas centrales que fueron avances sustantivos.

La propuesta nacionalista busca afirmar la nación contra la humillación neoliberal y transformar el Estado para convertirlo en un Estado de todos al servicio de los ciudadanos. Ello será la base para una democracia plural, no solo de grandes propietarios sino también de millones de peruanos excluidos que solo reciben palos cuando piden la palabra.

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