domingo, 9 de enero de 2011

OBOLOS EN VEZ DE IMPUESTOS

.Por: José Oscátegui
Profesor del Dpto. de Economía PUCP.

Tal vez por la cercanía de las elecciones, el tema del delito y la seguridad ciudadana han sido puestos en vitrina. Los candidatos (as) afirman que tienen la cura para la enfermedad. También el presidente García se pronunció al respecto. Todos coinciden en que la solución es incrementar el número de policías y la vigilancia policial. Estos, ni tontos ni perezosos, han puesto por delante el tema de sus remuneraciones.

¿Hay voluntad de combatir la delincuencia?
Pareciera que la sociedad peruana tiene que escoger entre incrementar el número de policías y sus remuneraciones o ver el incremento del delito. Con esta simplificación han pasado desapercibidos algunos aspectos muy importantes.

El primero de ellos es que nadie ha mencionado la necesidad de, por ejemplo, sancionar más y mejor a los delincuentes de cuello y corbata que cometen “faenones”. El Presidente pide pena de muerte para el que viola a una niña –hecho totalmente reprobable que merece el castigo de la ley–, pero al mismo tiempo da un decreto que abre la posibilidad de que quienes asesinaron niños, mujeres, ancianos puedan no ser juzgados. Además, jura que está en un combate a muerte contra el delito, pero se acoge alegremente a la figura jurídica de la prescripción del delito, que ha hecho posible que él y otros que se fugan o permanecen fuera del país, ya no puedan ser juzgados después de cierto tiempo. Y, para terminar, indulta a personas como Crousillat, que incluso no han pagado la reparación civil que están obligados a pagar al Estado. Estos delincuentes pasan desapercibidos como tales, pues hasta gozan de la amistad de presidentes y autoridades, por esto sus delitos son tratados como faltas menores. Y, aunque estos delitos puedan causar muchísimo más daño que el que produce un “pájaro frutero”, son sancionados con penas menores y muchos de ellos nunca reciben sanción alguna.

¿Se puede combatir la delincuencia con óbolos en vez de impuestos?
El segundo aspecto es que no se analiza el porqué existen más o menos delincuentes ni por qué se cometen más de unos que de otros delitos.

Si, por ejemplo, sólo un 10% de la población estuviera decidida a cometer, digamos, robos no habría un número suficiente de policías que pudiera impedirlo ni cárceles suficientemente grandes para encerrarlos. Lo mismo es válido para otro tipo de delitos. El problema no sería policial, sino social. Es imposible que una sociedad encarcele a un 10% de su población. Las sociedades evitan esta forma de problema social creando condiciones para integrar dentro del tejido social al conjunto de la población. No es un secreto cómo lo hacen. La generación de empleos suficientes y en condiciones aceptables está, sin duda, en primer lugar. La creación de condiciones básicas mínimas también está en ese nivel de importancia. Las sociedades cuya población tiene empleo y está integrada y en las que la pobreza ha sido erradicada, tienen un número mucho menor de robo de carteras o asaltos en las calles… o de soborno a la policía. La provisión de educación pública y gratuita de buena calidad y de carácter universal y obligatorio (por lo menos más allá de la educación primaria) es tal vez el principal factor integrador y disuasivo del delito. La inmensa mayoría de los que delinquen son personas con muy bajo nivel de educación escolarizada. Ellos, además, generalmente recibieron desde temprana edad una educación en el delito, por lo tanto, fuera de la escuela.

La atención pública universal a la salud es otro de los grandes disuasivos del delito, pues reduce y atenúa la pobreza. También es uno de los indicadores más importantes de que la sociedad ha integrado a su población y se preocupa por ella.

Para combatir el delito con eficacia es necesario lograr que los que delinquen sean una absoluta minoría, una parte marginal de la sociedad. Un Estado con una presión tributaria del 14%, que en vez de cobrar impuestos se contenta con óbolos, que no provee educación y salud pública gratuita y de calidad no puede combatir el delito.

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