domingo, 2 de mayo de 2010

SIMON BOLIVAR

.Por Mirko Lauer

Ahora que comienzan las celebraciones y elucubraciones en torno del bicentenario de la independencia de América Latina, la figura de Simón Bolívar va a enfrentar los juicios del siglo XXI. Él siempre fue tema de veneración y de polémica, y el decenio que viene no será excepción, con nuevas oportunidades para el dato venial y el análisis profundo.

Un equipo de médicos de la universidad Johns Hopkins acaba de plantear que Bolívar no murió tuberculoso, sino envenenado por arsénico. No entran al tema del asesinato, sino más bien adelantan la posibilidad del efecto secundario de un tratamiento médico bien intencionado. Hipótesis antigua en realidad, que ahora se abre a nuevas especulaciones.

La noticia de inmediato hace pensar en qué dirá Hugo Chávez, quien ha hecho del Libertador el emblema de su identidad y de su expansivo planteamiento político. No parece haber mucho que decir, pero el presidente venezolano no deja oportunidad sin aprovechar, y menos la dejará ahora que tantos reflectores van a centrarse en Bolívar y en José de San Martín.

Bolívar tiene una imagen gigantesca de pensador y ejecutor de la libertad de un continente, y a la vez una más discreta historia de traspiés humanos que para sus críticos más enconados contiene incidentes de traición a esa misma causa. No hay incidente de su vida que no sea medible con la vara más larga de la historia.

La propia presencia del arsénico de inmediato lleva a pensar en los últimos días de Napoleón Bonaparte, de quien hace no mucho se descubrió, por mechones conservados de su cabello, que fue deliberadamente envenenado por algunos de sus custodios en la isla terminal de Santa Elena. Un Bolívar envenenado a propósito cambiaría el tapiz histórico del siglo XIX.

Casi dos siglos después parte del prestigio de Bolívar se juega en la actualísima obsesión de sus seguidores. El M-19 colombiano inició su fallida lucha armada con el robo de la espada del Libertador. Organizaciones subversivas diversas usan su nombre como escudo latinoamericanista. El socialismo petrolero del siglo XXI chavista se reclama de él.

No todo revolucionario ha estado tan convencido. Carlos Marx lo detestaba intensamente, Y escribió algunos de los adjetivos más duros sobre su persona, acusándolo en un artículo enciclopédico de fugar, de traicionar a Francisco de Miranda, y cosas peores. Presentó su saga como una suerte de picaresca militar.

Pero la imagen de Bolívar, contradictoria como puede ser, se defiende por sus acciones más importantes y por sus ideas más visionarias. El Perú por lo pronto le debe una parte importante de su independencia, y lo mismo otras repúblicas. Quizás en este segundo centenario está próxima la hora de juicios más serenos que la idolatría o la denostación.

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