.Por Nelson Manrique
Los resultados de la primera vuelta han ratificado lo que las encuestas señalaban: Ollanta Humala pasa a la segunda con el respaldo de una tercera parte del país y deberá enfrentar a Keiko Fujimori, que tiene el respaldo de la quinta parte del electorado y que ha dejado fuera a PPK por un estrecho margen. Aparentemente, ya están definidos los tres contendientes para este nuevo tramo electoral: Ollanta Humala, Keiko Fujimori y Alan García, a menos de que alguien crea que este va a detener la campaña presidencial para el 2016 que entusiastamente viene regalándonos.
Alejandro Toledo perdió la mitad de sus votos gracias a su estrategia de sembrar el miedo, vendiéndose como el salvador de la patria ante una catástrofe inminente. MVLl, Szyszlo y Pérez de Cuéllar comprometieron su credibilidad respaldándolo. En el camino, el campeón de la democracia hizo declaraciones inaceptables que tienen que ser abiertamente rechazadas: que si Ollanta y Keiko pasaban a la segunda vuelta él saldría a las calles a movilizarse en contra. Toledo parece no haber reparado en que el respaldo a los dos representa la voluntad de más de la mitad del país, nos guste o no.
El resultado más trascendental de estas elecciones ha sido la destrucción del Apra. Debe ser muy duro para los apristas ver a qué ha quedado reducido su partido: con la dirigencia de la CTP anunciando, en vísperas de los comicios, que su millón de afiliados votaría por Toledo, con el secretario general Jorge del Castillo proclamando que los apristas votarían por PPK y el presidente de la Comisión Política, Javier Velázquez, desmintiéndolos y declarando que los militantes quedaban en libertad de escoger por quién votar. Solo peor que ver a su organización descuartizada debe haber sido constatar la insignificancia de su respaldo electoral para tal o cual candidato. Con suerte, el Apra podrá colocar unos pocos parlamentarios, entre los cuales no estará Del Castillo, quien finalmente no contará con la inmunidad parlamentaria para evadir la acción de la justicia, y además tendrá que responder ante las bases partidarias por el desastre al que condujo su empecinamiento por ser parlamentario.
Si Del Castillo tiene una primerísima responsabilidad en el desastre electoral, el mérito histórico de la destrucción del Apra le cabe a Alan García. Resulta increíble llegar a semejante situación después de cinco años de gobierno bendecidos por una coyuntura extraordinaria de elevados precios para las materias primas que el Perú exporta, que abría tantas oportunidades de luchar contra la exclusión.
Una columnista que no puede ser acusada de izquierdista resume muy bien la situación: “Ollanta Humala no existiría como opción política si Alan García no hubiera insistido en encajarnos su política barata del Perro del Hortelano, que favoreció la exclusión y el resentimiento. Si hubiera aplicado el cambio responsable que prometió, en lugar de despreciar con su discurso mamarrachento y soberbio a quienes insistían en señalar que no se puede crecer de manera tan desigual sin que eso genere respuestas extremas”. Por supuesto, García no habría podido provocar semejante desastre sin el entusiasta apoyo de un empresariado que no estaba dispuesto a ceder nada para construir un país más inclusivo.
Es notable que la misma columnista esté convencida de que quienes votan por Keiko y por Humala “apuestan por opciones que los benefician solo a ellos sin importarles el futuro del país, y su voto está guiado por la perfecta filosofía alpinchista ‘si yo voy a estar bien, que se joda el resto’” (Patricia del Río, “Que se joda el resto”, Perú 21, 9/4/11). Aparentemente la señorita Del Río no ha reparado en que está describiendo muy precisamente lo que ha sido, y es, la lógica con que la derecha vota y actúa políticamente en el país, con el menudo agravante de que “el resto” al que condena a joderse está constituido por la gran mayoría de los peruanos. Aquellos “tan ignorantes, tan tontos y tan resentidos” a los que alude Aldo M. en sus resentidas columnas.
viernes, 22 de abril de 2011
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