domingo, 28 de agosto de 2011

CARDENAL CRUZADO

.Por Carlos Reyna

Mirando con realismo el último episodio de la cruzada que ha emprendido el cardenal Cipriani para tomar control de la Universidad Católica, da la impresión que ya fue demasiado lejos.

El Cardenal y sus voceros pretenden ahora que la Iglesia es la dueña de la Universidad, que su rector debe ser puesto por Roma, y que sus profesores deben prácticamente garantizar catolicismo en sus clases. Esto no solamente podría carecer de sustento jurídico sino también de legitimidad social para prosperar.

Estas pretensiones resultan de un clericalismo educativo que ya no tiene acogida en estos tiempos. Menos aún lo tiene entre los jóvenes, y en particular no lo tiene entre los estudiantes universitarios de la misma PUCP.

Estos estudiantes no ven mal la cercanía de la “Cato”, como la llaman, con el Vaticano. Tampoco su obvia y respetable vocación católica. En el centro del campus hay una capilla muy activa que hace evidente esa vocación. Y entre los conferencistas más escuchados está Gustavo Gutiérrez, el teólogo que cuando aparece abarrota de muchachos y profesores el recinto más grande.

Al mismo tiempo, sin embargo, estoy seguro de que si uno hace una encuesta a los estudiantes de la PUCP, o a sus padres, respecto a si ellos estudian allí porque se trata de una universidad pontificia, católica, o simplemente porque es una buena universidad, la gran mayoría respondería que es, sobre todo, por lo tercero.

Y es una buena Universidad porque, teniendo una vocación institucional católica, sin embargo ha alentado y practicado el pluralismo académico, ideológico e incluso el político. Cada corriente de ideas, sea de ciencias o de humanidades, tiene allí un buen lugar de intercambio.

Tan solo uno de los símbolos juveniles de este pluralismo, de esta diversidad y buena convivencia entre tradición, religión y libertades modernas que hay en la PUCP, son los breves conciertos de rock que los jueves al mediodía ocurren al lado de la capilla y de la Biblioteca Central. Por cierto hay más de esos símbolos.

Este clima no es exclusivo de la PUCP, por supuesto. Predomina en todas las universidades, y lo sabe y aprecia la gran mayoría de la opinión pública. Por eso, esta última e irreal cruzada del Cardenal podría ser al final una derrota para él mismo.

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