domingo, 28 de agosto de 2011

TREINTA DIAS DE ´PERU


El primer mes del gobierno de Ollanta Humala.

El balance del primer mes del gobierno del presidente Ollanta Humala es satisfactorio, y un indicador de dicho resultado es la actitud cambiante que están mostrando los principales sectores que se opusieron a su candidatura, y de los que hasta pretendieron demolerla.

Empezando por los medios que orquestaron la campaña en su contra, cuyos titulares moderados –y algunos hasta entusiastas– al día siguiente de la presentación del gabinete Lerner ante el Congreso, para obtener un voto de confianza, fueron una evidencia de que el cataclismo que anunciaron que ocurriría si ganaba Humala está cada vez más lejos de producirse.

Incluso los medios a los que el triunfo de Humala les produjo pataleta, los llevó a pintarse la cara en son de guerra, y algunos hasta negarse a recibir al presidente electo, hoy acomodan sus posiciones y guardan a sus elementos más recalcitrantes.

Algo parecido, pero a ritmo más acelerado, ocurre en el sector empresarial, donde la desconfianza va cayendo a medida que aparecen señales de que la moderación anunciada por Humala en su Hoja de Ruta era real: las designaciones ministeriales en cargos vinculados a la economía, el mensaje presidencial de Fiestas Patrias, o la presentación del jueves del gabinete.

En este contexto, el acuerdo con el sector minero para que sus empresas contribuyan con un gravamen de alrededor de S/.3.000 millones anuales durante el lustro es un avance significativo para generar confianza y derrumbar prejuicios mutuos, lo cual es indispensable para construir una relación armoniosa que, de volverse más sólida, puede ser decisiva para que este lustro político sea un período beneficioso para el país.

Esto significaría, en los hechos, que la inclusión social sea real y que la población la sienta, empezando –naturalmente– por los segmentos más pobres. También, que las empresas puedan desarrollar sus negocios con igual o más posibilidades que en la década pasada. Y, también, por supuesto, que el gobierno obtenga beneficios políticos de todo este proceso, tales como una aprobación razonablemente positiva a su desempeño.

Hay muchos riesgos por sortear, desde la conflictividad social hasta el eventual efecto de una crisis económica o política en las posiciones iniciales del gobierno del presidente Humala que lo hagan retroceder a paradigmas trasnochados.

Pero el panorama que se percibe hoy alienta la posibilidad de que se aproveche la gran oportunidad que se le presenta al Perú en este lustro: que un gobierno de ‘izquierda’ –como parece el actual– sea exitoso en el logro de objetivos cruciales como inclusión social, la seguridad ciudadana y el fortalecimiento institucional y democrático. Si eso ocurre, la perspectiva de largo plazo del Perú será mucho más auspiciosa que hasta ahora. Lo bueno es que cada día que pasa se ve más gente en esa apuesta

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