sábado, 17 de octubre de 2009

Fujimori en la “tierra de nadie”

“Están matando a mi padre en vida”, gritó desaforada la hija ante sus seguidores. “Quieren desaparecerlo”, espetó el gordo que estaba a su lado con blackberry en mano. Las fotografías dadas a conocer por el programa Prensa Libre y puestas en portada por La República desmienten la campaña montada desde que el ex dictador llegó extraditado a Perú y confirman anteriores denuncias: estamos ante un recluso que goza de privilegios que ningún preso tiene en las hacinadas cárceles del país.
Lo ocurrido, a partir de la difusión de las fotos, revela de paso la doble moral de algunos políticos y miembros del gobierno. Cuando Alberto Químper, con arresto domiciliario por el faenón de los petroaudios, fue fotografiado por este diario con buzo en la vereda de su casa, casi una totalidad de los políticos condenó el hecho y los voceros del gobierno reclamaron una investigación.
Ahora, en cambio, el ministro de Justicia, Aurelio Pastor, ensaya una explicación que más parece una broma de mal gusto o, tal vez, cree que los peruanos son unos “caídos del palto” y que se van a soplar su cuento de que el ex dictador estaba dentro del penal en la “tierra de nadie”. Igual de risible es el comunicado del INPE que avala un hecho que en otro momento o gobierno le habría costado el cargo al jefe de la institución. “No podemos tenerlo encerrado en su celda” dice Pastor , curándose en salud, como si la celda de Fujimori fuera el 2x2 de las cárceles peruanas y no “el espacio de más de 400 metros cuadrados de patio” que ha sido puesto a su disposición en la Diroes, como acaba de recordar el ex jefe del INPE Gustavo Carrión. Ostenta además, señala el ex funcionario de penales, “un régimen penitenciario holgado”.
Queda claro, tras las declaraciones del jefe de la Diroes a La República, coronel Herman Valdivieso, que Alberto Fujimori entra y sale de su celda cuando quiere y el ministro Pastor tiene que estar informado de este hecho porque de lo contrario estaríamos frente a un jefe de sector al que sus ejecutivos lo pasean. Fujimori no es un preso cualquiera. Tiene una condena, en primera instancia, de 25 años por delito de lesa humanidad, otra de 7 años por usurpación de funciones al allanar ilegalmente la casa de su socio Vladimiro Montesinos, se ha declarado culpable de delitos de corrupción, compra de congresistas, entre otros, para evitar que los robos practicados en su gobierno sean ventilados públicamente y afecten la carrera política de su hija Keiko, cuyo primer punto de su plan de gobierno es “la amnistía a papá”.
La infografía publicada por este diario demuestra que Fujimori ha convertido su celda en un local partidario. Una investigación de Doris Aguirre, que publicamos hoy (pág. 3), revela que el ex dictador elige a los policías que lo cuidan en la Diroes. Lo insólito es que los efectivos aparecen “cambiados” administrativamente, pero siguen en sus puestos a solicitud del ex presidente. Incluso los han comprometido a trabajar en la campaña de Keiko con pago de por medio. Todos estos hechos confirman que el ex dictador es el gran beneficiado del acuerdo no escrito entre el Apra y el fujimorismo. Un día de estos los peruanos despertaremos ante la noticia de que Fujimori fugó, por segunda vez, a su país, Japón.

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